jueves, 12 de febrero de 2009

Los dias de colores.

“Papa, de qué color es el lunes?” pregunto mi niño de ojos grandes cuando tenía cinco años. La pregunta se me hizo fascinante; jamás se me hubiera ocurrido cuestionarme sobre las transiciones cromáticas del tiempo. Mi niño de ojos grandes con el transcurrir de los años se convirtió en mi compañero de andanzas: a los siete años recorrió conmigo la casa natal de Diego Rivera en Guanajuato y la Casa Azul de Frida Kahlo en Coyoacan, excursiones del curso “México a través de los ojos de Frida y Diego” que impartí durante el verano de 1986 a estudiantes extranjeros que llegaban a Queretaro, México. Aunque el curso lo dictaba intramuros, incluía recorridos por sitios históricos. “-Ya sé por que Frida pintaba tan feo”, exclamo en voz alta en la Casa Azul, sobresaltando al guardia y a los empleados de  la casa-museo. “Frida pintaba muy mal porque quería hacer enojar a Diego, verdad Papa?”

A los ocho años tomado de mi mano, mi niño de ojos grandes subió las escalinatas de las pirámides del Sol y de la Luna en Teotihuacán y me pidió que le explicara por qué habían desaparecido los Olmecas de Mesoamérica, sin dejar rastro. Otra pregunta que le intrigaba era si los Aztecas se comunicaban con los Mayas y abría los ojos cuando le explicaba que nuestro país exporto al mundo el tomate, el cacao y el aguacate; y se fascino con la historia de cómo el indígena mexicano pudo domesticar el maíz, convirtiéndolo en la base de nuestra dieta.

 Mi niño de ojos grandes a la edad de diez años entro a trabajar a mi oficina, durante sus vacaciones de verano. Auxiliaba en diversas labores, sacando fotocopias, grapando papelería, entregando documentos en el campus. De mi propio bolsillo preparaba un sobre con dinero en efectivo y lo enviaba cada día de pago a la ventanilla administrativa, para crear en mi niño la sensación de que ganaba “oficialmente” un salario. Recuerdo su sonrisa amplia diciendo:”mira papa, me forme en la fila, recogí mi sueldo, y firme el recibo”.

A los once años, mi niño de ojos grandes entraba a mis clases de Cultura y Civilización de México; durante una sesión, pedí a mis alumnos que leyeran “Todos Santos, Día de Muertos”, un fragmento de El Laberinto de la Soledad de Octavio Paz. No pudo dormir en varias noches. El concepto del culto a la muerte del mexicano le asusto; sin embargo,  pocos meses después, juntos recorrimos Patzcuaro y Janitzio en Michoacán, México, para que experimentara en vivo,  la tradición de los altares y las ofrendas del día de muertos y lograra exorcizar sus miedos. Su interpretación de la realidad era infinitamente literal y lo expresaba sin tapujos en sus preguntas: “Papa, el pan de muerto de Patzcuaro tiene huesos adentro?” “Papa, por qué dices que la frontera entre México y Estados Unidos más que una frontera es una cicatriz? Quien está herido?”

El viento que sopla de prisa movió imperceptiblemente mi reloj de arena, y atrás quedaron, acumulados entre el polvo,  los meses y los días…Un sábado, al levantar mis ojos después del desayuno, vi que a mi niño de ojos grandes le había salido bigote, y ya no quería hacerme preguntas. Hubo años de abismo que me arañaban, porque extrañaba la espontaneidad de sus ideas y su curiosidad infinita.  Una tarde, al regresar de mi oficina lo vi empacar sus cosas, dejar la casa y mudarse con su mujer a su propio espacio, listo para emprender otro capítulo en su vida. Mi niño de ojos grandes un día regreso a buscarme y con él, regresaron sus preguntas; “Papa, hubo realmente en los años Post-Nafta una reducción real de la pobreza en México, como resultado del libre comercio y de la integración económica de la región del hemisferio norte? No crees que Nafta no funciono en México porque se abrieron los mercados pero jamás se abrieron las fronteras?

Desde entonces Emmanuel, mi niño de ojos grandes se ha vuelto mi más frecuente interlocutor, mi amigo más cercano, y un ser al que admiro por su inteligencia fresca y analítica, por su generosidad y paciencia conmigo. Este mes de febrero de 2009, publicamos juntos dos artículos en una revista de literatura que ya se vende en Barnes and Noble y en Amazon.com. Hace unos días, acaba de recibir The LifeLong Learning Fellowship de Florida Atlantic University que le permitirá terminar su disertación doctoral. En unos meses más, será padre por vez primera. Tengo que decirle que se asegure de responder a los cuestionamientos de su hija, pues he comprobado que los niños de ojos grandes, pintan los días de muchísimos colores…  

 

 

 

 

 

 

1 comentario:

  1. Luis,
    !!! Excelente !!! Me encanto, y me hizo recordar mis clases de literatura mexicana. Comparti varias de ellas con Emmanuel.
    Dios los bendiga, Un abrazo,
    Martha L. Garcia

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