lunes, 29 de junio de 2009

La Isla del encanto...

 

El día abría los ojos, sin prisa alguna, iluminando las calles del Viejo San Juan. Las casonas verde limón y rosa parecían cobrar una vida más vida con los rayos de sol reflejados en sus balcones y ventanas. Caminé por las callejuelas  y mis ojos se entretuvieron con aquellos niños volando chiringas en la explanada que antecede al Fuerte del Morro.

Aquel era un cálido día de verano anticipado. Subí hasta llegar a una de las garitas, esas pequeñas guarniciones del Fuerte, para oír la respiración del mar. Allá abajo, las olas brillaban intensamente y sus destellos despertaron los sentidos de las mohosas fortificaciones;  los antiguos calabozos cobraron vida por un momento; la brisa marina movió con suavidad aquellos viejos candados. Los rayos solares derramaron ecos entre las murallas que por años han resguardado de los ataques de los piratas a esta isla del encanto. De pronto oí que los tragaluces traslucían las voces marinas llenas de luz. Había una conversación entre la luz y el mar allá en el Fuerte.

Así pase horas, agazapado en la garita, para atisbar el quieto vaivén de las olas que mecen a Puerto Rico. Allá en la isla todo es visible y todo es elusivo, allá todo está cerca y todo es intocable, allá se disipan los instantes y el tiempo se detiene. Abrumado por el manar de voces incesantes, una fuerza mágica me hizo mover los pies; me voy, después de todo, solo soy una pausa…

 

 

 

viernes, 19 de junio de 2009

La herencia maldita.

Acudió a la cita con una puntualidad inglesa, eran las doce del día, ni un minuto más ni uno menos. Parecía estar listo para una sesión fotográfica para la portada de GQ en su edición de verano; no le había fallado ni un detalle: un traje de lino crudo Bottega Venetta color beige y brillantes zapatos marrón de cabritilla, una corbata color oro sobre una camisa Gucci color azul oscuro y un reloj Bulgari Assioma de oro rosa, de esfera cuadrada, obviamente de edición limitada. Escaso en palabras, Jorge Castañeda y yo iniciamos nuestra conversación a raíz de la publicación de La Herencia, esa paradoja sobre los mecanismos de la sucesión presidencial en México.

¿Como se elige a un presidente en México? ¿Es la elección presidencial un proceso democrático o aun vivimos la época del ‘dedazo” en donde el presidente elige a su sucesor? Fueron las preguntas iniciales obligadas. “En La herencia se ofrecen cuatro versiones, los cuatro testimonios de Luis Echeverría, Jose Lopez Portillo, Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari. Cada uno de los ex presidentes cuenta su historia sobre estos sucesos en donde ellos participaron. Asimismo, La Herencia incluye las aportaciones de unos veinte protagonistas de la política del México contemporáneo; Manuel Bartlett, Jesus Silva Herzog, David Ibarra y Federico Reyes Heroles, entre otros. Son ellos los que ofrecen las respuestas, no yo” dijo Castañeda.

Educado en la Universidad de Princeton y en la Universidad de Paris, Jorge Castañeda obtuvo la Licenciatura en Economía, la Maestría y el Doctorado en Historia Económica, recibiendo reconocimientos internacionales, altos cargos políticos y honores. Tal vez uno de sus cargos más destacados en la política mexicana fue su rol como Canciller de Relaciones Exteriores en donde su política incluyo temas como inmigración, comercio, seguridad nacional y control del narcotráfico.

En La herencia, Castañeda hace un recorrido por la evolución de sucesiones presidenciales que incluyen desde la imposición hasta la integración del semi-consenso fraguado por el presidente en turno y su reducido círculo de poder.  En su acepción literal, la herencia puede definirse en tres términos: en cuanto a Genética, es el conjunto de caracteres fenotípicos que transmite un individuo a su descendencia. En Derecho, la herencia es la práctica de pasar propiedades, títulos y obligaciones a la muerte de una persona, y en Programación orientada a objetos, la herencia es un mecanismo que permite derivar una clase de otra, de manera que extienda su funcionalidad.  Pienso que en México, ninguna de estas acepciones aplica al concepto de la herencia de la sucesión presidencial, sino que debe entenderse como una maldición que nos persiguió por años. A partir del final del sexenio de Ernesto Zedillo y con la llegada de Vicente Fox la concepción de la herencia como sucesión cambio,  sin embargo hay otra herencia maldita que no ha dejado de ocurrir: la de la corrupción.

 

 

 

 

sábado, 13 de junio de 2009

El que ilumina.

Me asomé y a través de la ventana del hotel, vi aquel monumento que ocupaba la parte central de la plaza: era la majestuosa estatua de Ho Chi Minh. Había dormido poco, pues las veintiocho horas de viaje entre conexiones y vuelos, de Miami a Atlanta conectando hacia Seúl, para seguir hasta Bangkok y finalmente llegar a Ho Chi Minh City cansan a cualquiera. Las doce horas de diferencia de Vietnam con respecto a la hora del Este en EEUU constituyen otro factor de cansancio, aunque a mí me golpea mas el regreso; una vez llegado a casa, usualmente me toma un día por cada hora de diferencia volver y ajustarme a la rutina del trabajo y descanso.

Situada al oeste de la desembocadura del rio Saigón y al norte del Rio Mekong, Saigón fue la capital francesa de Cochinchina y luego paso a ser la capital de Vietnam del Sur, después de la independencia, entre 1954 y 1975. En 1975 justamente se cambio el nombre de Saigón por Ho Chi Minh City, para honrar la memoria del héroe vietnamita. Su población alcanza los nueve millones de personas y es una de las grandes metrópolis del sudeste asiático.

La figura de Ho Chi Minh me impresionó siempre. Nacido en 1890, fue un político revolucionario comunista vietnamita, presidente del país de 1954 a 1969, sin embargo mi fascinación obedece a una vocación mas clandestina: fue un gran poeta. Su nombre significa "el que ilumina" aunque su nombre verdadero era otro: Hguyen Tat Thanh, pero la actividad revolucionaria le obligo siempre a usar seudónimos para escapar de las persecución policiaca. Al terminar mi desayuno en el Hotel Rex crucé la calle. Soplaba una brisa fresca y los versos escritos en la cárcel de Chang Kai Shek en 1942 por Ho Chi Minh vinieron a mi mente.

 

El cuerpo está en la cárcel

y el ánimo se evade.

Y mientras más se eleve el corazón

Mas tendrá que templarse

A mí nunca me ha dado por ponerme a hacer versos

Pero aquí en la cárcel, en que voy a ocuparme?

Componiendo poemas, matare el día

Y esperare cantando el de la libertad.

 

Victor Jara, el cantor chileno hizo famosa una canción en los años setenta, inspirada en la figura del poeta vietnamita Ho Chi Minh titulada "El derecho de vivir en paz". Para aquellos nostálgicos incluyo la lirica y la liga de Youtube  que incluye escenas de Victor Jara así como del legendario poeta en Vietnam http://www.youtube.com/watch?v=xdBMY3R4C0Q

 

El derecho de vivir

poeta Ho Chi Minh,

que golpea de Vietnam

a toda la humanidad.

Ningún cañón borrará

el surco de tu arrozal.

El derecho de vivir en

paz.

Indochina es el lugar

más allá del ancho mar,

donde revientan la flor

con genocidio y

napalm;

la luna es una explosión

que funde todo el

clamor.

El derecho de vivir en

paz.

Tío Ho, nuestra canción

es fuego de puro amor,

 

 

 

 

 

viernes, 5 de junio de 2009

Sigo en la raya...

He visitado al menos cincuenta y cuatro países hasta ahora y aunque tengo un alto aprecio por el esplendor de las civilizaciones, rasgos que puedo ver en el urbanismo, en los monumentos, las plazas, los museos, la gastronomía, y las facilidades al turismo en muchas naciones, usualmente me he detenido a observar con detenimiento sus opuestos: la miseria, la desigualdad, la marginación, la escasez y la pobreza,  preocupado por sus efectos devastadores en la calidad de la vida. Hay cinco síntomas comunes que puedo identificar en las economías empobrecidas: ignorancia, apatía, enfermedad, corrupción y dependencia. De ahí se desprenden otros elementos como falta de mercado, carencia de infraestructura y de liderazgo, mal gobierno, desempleo, ausencia de capital y lo que es peor, escasez de conocimiento.

Mi conversación con el economista Michael Parkin se centró justamente sobre la dialéctica de las economías empobrecidas. ¿Quien no ha leído sus textos sobre Economía? Sus obras son una lectura obligada en todo currículo universitario de Ciencias Sociales. Parkin es profesor de Economía en la Universidad de Western Ontario desde 1975. Educado en la Universidad de Leicester ha dictado cátedras en universidades prestigiadas como Essex, Manchester en Inglaterra, así como Brown y Stanford en Estados Unidos; sus investigaciones sobre Micro y Macroeconomía, Economía Monetaria, y Economía Internacional han sido publicadas en más de 160 artículos y editados en innumerables libros de texto y traducidos en más de veinticinco idiomas, utilizados en las universidades del mundo.

¿Qué estudia la Economía y por qué ha fallado? Le pregunté de inmediato. “La Economía estudia las elecciones que gobiernos, empresas y sociedades realizan para encarar la escasez” respondió Parkin. “¿La escasez es esa incapacidad para obtener lo que deseamos?” Ataje. “Así es, la escasez es la limitación de ingresos o de tiempo versus los precios de hay que pagar” replicó el economista. “¿Que son y cómo definir a los factores de producción que se destinan a generar riqueza?” Continué con mi entrevista. “Los factores son recursos que la empresa usa para producir bienes y servicios, como por ejemplo tierra, trabajo, capital y habilidades empresariales. La tierra genera renta, el trabajo, salarios, el capital, interés y las habilidades empresariales, utilidades; de esta manera, los factores de producción generan un alto o bajo estándar de vida y el problema radica cuando las acciones políticas provocan una disminución de las tasas de interés y aceleran el ritmo de acuñación de la moneda, ya que aumentan el gasto, la producción y el empleo. El incremento del gasto produce aumento de inflación, crece el costo de vida y por lo tanto crece la inflación”  finalizó Parkin.

Después de mi vagabundeo por el mundo concluyo que son los gobiernos y sus decisiones y no las economías las que han fallado; encaramos un mundo lleno de escasez. Lo que más me alarma no es la miseria económica, sino la pobreza de espíritu, la actitud que nos empuja a aceptar anticipadamente la derrota y a vivir con la desesperanza; lo peor de todo, es la “herencia de la pobreza” la transmisión de esa fatalidad de padres a hijos.  La pregunta final es: ¿Como romper el círculo de miseria y exclusión? Durante años he pensado que la ruptura y el cambio vendrán solo a través de la educación y por eso sigo en la raya; después de todo, hay que devolver un poco y es hora de hacerlo.