jueves, 12 de febrero de 2009

El hechizo de Carlos Fuentes

Carlos Fuentes es un mexicano universal, nacido para escribir. Sus textos desentierran espejos y hacen de America Latina una “región más transparente” a vista de propios y extraños. Su escritura logra alcanzar el erotismo, la ternura, el odio, la libertad, la luz y la sombra. Carlos Fuentes cumplirá en noviembre de este anio, los primeros ochenta anios de vida. Su dedicación y oficio le han producido que su dedo índice derecho este torcido de tanto teclear. Las ideas le brotan a borbotones, será por eso que carraspea y se atraganta a veces, pues cuando habla, la emoción le gana.

 

Carlos Fuentes desdeña y ama ser una celebridad, pero es siempre la figura principal, la estrella de la foto y  la noticia de primera plana. Es un conversador extraordinario: hable por vez primera con Fuentes en Monterrey en 1996, la segunda también en Monterrey en 1998 y la tercera me lo encontré casualmente en una reunión en México, D. F. a donde también acudieron  Jose Saramago, Sealtiel Alatriste, y Jorge Castañeda. Hablar con Fuentes es darle forma a una fuente de vasos comunicantes cuyos flujos incluyen la revaloración de Mesoamérica, la Modernidad y su fe en el cambio, la Posmodernidad y  la subversión de lo solemne. Memorioso incansable, menciona y  hace gala de citas textuales  en sus declaraciones,  recuerda con precisión títulos de libros, nombres de sitios, y precisa datos históricos. Las charlas y las lecturas de Fuentes me han sido insuficientes. Podría hablar con Carlos Fuentes un día entero incluyendo su noche, sin que me fastidie escucharlo. A excepción de Terra Nostra, podría leer uno de sus libros en una sentada. Tiene la mágica virtud de encantar serpientes. A mí me ha dejado hipnotizado por la magia de sus palabras habladas y escritas. Sobre aviso no hay engaño: el siguiente texto es de Fuentes, de La region mas transparente… así que cuidado con el hechizo!

 

 

Mi nombre es Ixca Cienfuegos. Nací y vivo en México, D.F. Esto no es grave. En México no hay tragedia: todo se vuelve afrenta. Afrenta, esta sangre que me puma como filo de maguey. Afrenta, mi parálisis desenfrenada que todas las auroras tiñe de coágulos. Y mi eterno salto mortal hacia mañana. Juego, acción, fe - día a día, no sólo el día del premio o del castigo: veo mis poros oscuros y sé que me lo vedaron abajo, abajo, en el fondo del lecho del valle. Duende de Anahuac que no machaca uvas  corazones; que no bebe licor, bálsamos de tierra su vino, gelatina de osamentas; que no persigue la piel alegre: se caza a sí mismo en una licuación negra de piedras torturadas y ojos de jade opaco. De hinojos, coronado de nopales, flagelado por su propia (por nuestra) mano. Su danza (nuestro baile) suspendida de un asta de plumas, o de la defensa de un camión; muerto en la guerra florida, en la riña de cantina, a la hora de la verdad: la única hora puntual.

 

 

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