lunes, 18 de marzo de 2013

Mas temprano que tarde...

Harry clavó sus intensos ojos azules, y los entrecerró para poder distinguir aquel rostro, pero aun así le fue difícil reconocerla; hacia sesenta y cinco años, cuatro meses y doce días que no la veía. Shirley fue una adolescente bella, de piel blanca y trémula, dueña  de unos brillantes ojos que reflejaban el color azul turquesa del Atlántico a mediodía, su pelo rizado e intensamente rubio le caía alocadamente sobre sus hombros; su boca era roja, pequeña y carnosa; al sonreír, se le saltaban sus pómulos redondos, ligeramente enrojecidos y unos coquetos hoyuelos se le formaban en sus mejillas, dandole un aire de niña traviesa. Esbelta y diminuta, Shirley había aceptado ruborizada la propuesta de Harry ser novios a finales de Verano de 1943, iniciando sus estudios secundarios y aquella relación duró exactamente cuatro años, tres meses y seis días. Ingresar a diferentes universidades fue una prueba que la pareja no pudo superar; muy temprano, el cinco de Agosto de 1947 Shirley le envió una carta en donde le informaba al novio que daba por concluida la relación.  Al abrir y leer la misiva cruel, Harry sintió que un filoso puñal se le había atravesado en el pecho.

 

El viento que borra las huellas de la hojarasca de Otoño sopló con fuerza; varias ventiscas y cuatro tormentas de nieve cubrieron los aleros y tejados de aquella región pegada a la Costa Este y los granos pardos del reloj de arena cayeron uno a uno. Al terminar la carrera de enfermera, Shirley se caso con Todd, un eminente ingeniero civil y la joven pareja fijó su residencia en una isla cercana a Rhode Island; Harry, por su parte, concluyó la carrera de Física  e hizo lo mismo con Alice, a quien conoció el primer dia de clases en el curso de Algebra; ellos se establecieron al Este del condado de Palm Beach en la Florida.  A pesar de haber elegido diferentes destinos, durante sesenta y cuatro años ininterrumpidamente, Shirley y Harry intercambiaron tarjetas de Navidad, y a través de lacónicos mensajes que solo ellos entendían, evidenciaban que la llama del fuego de aquel verano de 1943, seguía encendida. Alice murió de cáncer en la matriz a principios de 2002 y Todd falleció de cáncer en la próstata a inicios del invierno del mismo año. Las tarjetas de Navidad de ambos, comunicaron la infausta nueva y ambos se dieron cuenta de la realidad: habían enviudado.

 

Yo conocí a Shirley personalmente a principios de 2004; era una anciana de pelo blanco, enjuta pero ágil y delgada, que caminaba con una energía inusitada, protegiendo su delicada piel con anchos sombreros de paja. Las huellas del tiempo se habían alojado en sus ojos y en las comisuras de su boca, sin embargo aquellos hoyuelos de las mejillas le habían conservado la travesura de su rostro; Shirley dejó  la isla que Todd le había heredado, para residir en Palm Beach, al lado de su flamante esposo Harry, al que trasladaba de un sitio a otro, empujando con vehemencia su silla de ruedas. Harry me dijo un dia, que en aquella única cita que tuvieron Shirley y él, aquel domingo de resurrección en 2003 fue suficiente ocasión, para que, antes de despedirse, le pidiera matrimonio a su amada. Se casaron bajo el régimen de bienes separados; Shirley disfrutaba una cuantiosa fortuna heredada de su primer marido y la utilizaba para apoyar la obra de desarrollo social que a mí me habían encomendado, durante mi trabajo en una Fundación para proteger a los niños de la calle, durante los años de 2003 a 2007. De ahí mi trato continuo con Shirley, quien me cautivó desde un principio por su conversación locuaz, su amabilidad y por su gran corazón. Sus generosos donativos llegaban a mi escritorio, sin falta, mes a mes.

 

Una tarde de Abril, en que Shirley y yo disfrutamos de un aromatico café colombiano, me confesó no era fácil acostumbrarse a su nueva vida al lado de Harry. La vejez le había sentado mal a su esposo; se había convertido en un hombre amargo y necio. Sin embargo, ella había decidido que seguiría a su lado, “para evitar tener que enviarle una tarjeta de Navidad cada diciembre. Después de todo, Harry no durará mucho-me dijo; pienso que viviremos unos seis años más”, dijo Shirley y así fue; dos años, ocho meses y diez dias más tarde, Harry fue diagnosticado con cáncer en el hígado y murió tres años, cuatro meses y catorce días después. El día de su fallecimiento, Shirley no se inmutó ni soltó lagrima alguna. Con gran naturalidad y despego, depositó su cuerpo en una casa funeraria y  sus restos fueron enviados en una carroza hasta Boston en donde, de acuerdo a su última voluntad, seria sepultado solo, dado que no tuvo hijos, ni habia familiar sobreviviente; Shirley pagó a los empleados de la casa funeraria para que lo sepultaran sin testigos, como él lo deseaba. Hombre previsor, había comprado una propiedad al lado de una frondosa acacia, en el lujoso Cementerio Oak Creek, de aquella ciudad. Shirley se quedó en Florida; justo ese día en que Harry fue sepultado, ella cumplía ochenta y cinco años. Enfundada en un brillante vestido azul turquesa, sombrero y guantes del mismo color, salió a cenar esa noche al GrandLuxe Café, con un grupo de amigas octogenarias, como ella, para celebrar su cumpleaños.

 

Hace unos meses decidí llamar a Shirley para saludarla y preguntarle por su salud. “Luis, que bueno que me llamas” dijo con alborozo al descolgar el teléfono: “estoy saliendo en este momento para internarme en una clínica de enfermos terminales acá en Hartford, Connecticut; a principios de año me diagnosticaron cáncer en el colon y decidi venir a pasar mis últimos meses con mi hija y mis nietos; sé muy bien que moriré en unos días;  gracias por tu llamada; me da gusto hablar contigo porque realmente disfruté siempre de nuestras conversaciones”. Yo me quedé mudo ante su naturalidad con que manifestaba la seriedad de su condición de salud y antes de balbucear una respuesta de consuelo, añadió: “gracias por llamarme; de hecho, esta será la última vez que hablamos; en fin, de cualquier forma, nos veremos más temprano que tarde, en la siguiente vida”. Colgué el teléfono y pensé en las sabias palabras de Shirley…sí, así es, todos cumplimos con esa cita, más temprano que tarde…

 

 

 

 

lunes, 4 de marzo de 2013

A Michelle le gusta andar de pelo suelto...

Indudablemente cuando alguien se cambia el pelo… hay algo detrás; la primera dama de los Estados Unidos cambió su imagen tres días antes de la toma de posesión de su esposo, para festejar su cumpleaños número 49: “Esto es mi declaración de una crisis de edad –dijo. Y como no puedo comprar un auto deportivo y no me dejan saltar del bungee, decidí cortarme el pelo” declaro en el programa The Rachael Ray Show. Lo cierto es que Michelle Obama está definitivamente, tras algo. Con cuatro años mas por venir como habitante de la Casa Blanca, Michelle Robinson Obama parece vivir una reingeniería de imagen estos días. ¿En qué se transformará cuando salga del capullo? está por verse.

La semana pasada fue entrevistada por la conductora de Univisión, Barbara Bermudo quien la puso a bailar al ritmo de la canción de  Pitbull  “Echa pa’ alla”. Por supuesto, ella estuvo casual, accesible y bastante rítmica; el vídeo se difunde por Internet en estos días, ganando “views”. El domingo anterior, Michelle cerró con broche de oro la noche de los Oscares. Un alumno mío que seguía la transmisión de los premios de la academia de Hollywood, me preguntó a través de inbox en Facebook: ¿Doc, cuál es tu gallo para ganar el premio de la mejor película? Yo respondí en forma inmediata: “Lincoln” y a la hora de ver que era la primera dama quien anunciaría el gran premio, dije para mis adentros: “por supuesto, ya acerté”. ¿Quién mejor que ella para gritar a los cuatro vientos que la mejor película sería Lincoln, el libertador de esclavos? pero para mi sorpresa,  no fue así. Las intenciones políticas de invitar a la Sra. Obama a anunciar a Argo como la mejor película son indiscutibles. Hay quienes piensan que Michelle Obama ha añadido más a lo que ya era demasiado. Otros la adoran y no se cansan de la sobre dosis de primera dama, con brazos tapados o los hombros al descubierto, con el pelo suelto y su nuevo flequillo o con su antiguo afro natural, con pantalones acampanados que vuelven a estar de moda, o luciendo algún vestido “vintage” diseñado por modistos inmigrantes como Isabel Toledo,Jason Wu o Narciso Rodriguez, o tal vez adquiridos (a diferencia de Elba Esther) en establecimientos accesibles a la clase media americana, tales como GAP o J.Crew.

El primer grupo de pesimistas asegura que la vida le va a pasar factura por sobre exposición a los medios. El segundo quiere ver más y más a Michelle, con o sin el pelo suelto. Con un porcentaje de aprobación del 73% —su marido tiene un 52% y la secretaria de Estado Hillary Clinton llegó a un 66%—, Michelle Obama ha encabezado hasta el momento, dos causas: su campaña llamada Let’s Move, contra la obesidad infantil, y Joining Forces, que se centra en ayudar a las familias de militares. Personalmente, pienso que la esposa de Obama busca una nueva causa. Mientras que la agenda del presidente para este segundo mandato está definida por el control de armas y la reforma migratoria, Michelle  desea marcarse un objetivo que cumplir en los próximos cuatro años. Después de observarla haciendo campaña electoral a favor de su esposo, (y este mensaje va dirigido especialmente para mis alumnos interns que trabajan en las empresas de Miami: recuerden que Michelle LaVaughn Robinson fue la mentora de un intern, llamado Barak Obama en la firma de Abogados Sdidley Austin de Chicago, en 1989; lo que ocurrió después de esta relación, es historia; así que jamás desdeñen ni el puesto de practicante, ni a sus mentores; uno nunca sabe…) concluyo que tiene ella utilizara el tiempo para posicionarse como una fuerte candidata; tiene un tremendo potencial para suceder a su marido. ¿Por qué no? A mi parece que ella vale la pena por sí sola.  Aplaudo que Michelle siga apareciendo y rompiendo esquemas en los shows de televisión; previamente ha bailado sin ningún prejuicio y con gran entusiasmo con Ellen DeGeneres; ojala que siga intentando nuevos looks, que siga abriendo espacios y que recorra el mundo con el pelo suelto…

 

 

 

 

 

 

sábado, 2 de marzo de 2013

Pico de desolacion...

Me interné en sus profundos ojos negros; una pañoleta beige, con discretos rombos color marrón, anudada al cuello, le daba un aire de dignidad y suficiencia. Agitaba sus manos al hablar luciendo el esmalte brillante y “nude” de sus uñas, y en sus dedos índice y anular de su mano derecha, luciia dos sortijas de oro macizo: uno coronado por un diamante y el otro, minimalista, delgado y reluciente.  Sentado en aquel mullido sofá de piel, en la tibieza de su sala, abrigado por toscas paredes y gruesos muros; ese espacio intimo estaba decorado con jarrones de talavera de gusto exquisito, por algunos portarretratos de madera labrada, y por algunas espigadas esculturas de plata de Taxco; en los rincones, colocadas con desdén aparente, había varias canastas de mimbre de San Juan del Rio de distintos tamaños; echando el torso hacia adelante, la mire fijamente y me aventuré a lanzar mi última pregunta, con la que finalizaba una hora de conversación con Angeles Mastretta.

“Angeles, hace poco le pregunté a la escritora Rosa Montero, ¿cuál es el papel de la verdad y la mentira en sus obras de ficción? Rosa me respondió que en sus novelas, la verdad se salvaba por las mentiras que cuenta; ¿cuales verdades se salvan en tu novela, Arráncame la vida?” Angeles sonrió enigmáticamente y respondió:”si la ficción surge de dudas que yo tengo, y mis respuestas son mentiras, entonces los libros que escribo son eso, viles mentiras; sin embargo, yo creo que la ficción es real, porque creo que al crear un mundo ficticio en una novela y hacerlo bien y fiel a mi misma, ese universo se vuelve real. Por lo tanto, lo que fue mentira, se vuelve verdad”. Reaccionando de inmediato, le dije: “Pues yo como lector y tu cómplice, creo y recreo tus mentiras y las vuelvo verdades y te quiero pedir que sigas dudando y sigas escribiendo. Al escucharme tan decidido, Angeles bajó la cabeza y dijo en voz baja:” Muchas gracias por tu deseo, porque estoy pasando por un pico de desolación para escribir; seguramente voy a salir, pero ignoro cuándo…”

Hace ya trece años que ocurrió esta conversación con la autora y veintiocho años de la publicación de su novela Arráncame la vida, cuya lectura cambio para siempre la percepción que yo tenía de la forma como escriben las mujeres en Mexico. La vida no es muy seria en sus cosas y hace trece años pensé que su respuesta era exagerada y melodramática; confieso que en ese momento no entendí ni dimensioné su aseveración de “estoy pasando por un por un pico de desolación” hasta que personalmente lo enfrenté. Lejos estoy de considerarme un escritor, pero durante años te tenido una puntual cita semanal con la escritura, independientemente de mi carga habitual de trabajo; escribir para mi ha sido mi terapia y mi salvación de la esquizofrenia; esta cita la interrumpí el 23 de Noviembre del año pasado y por estos meses, dejé de enviar mi artículo y suspendí mi Blog titulado La traición de la memoria. Por años había sido fiel a mi escritura hasta que me di cuenta que había adentro de mi un vacio que tenía que llenar de mí, antes de continuar escribiendo y pretender responder mis dudas a través de verdades o mentiras.

Las primeras semanas empecé a recibir algunos correos electrónicos de amigos, cómplices que me enviaban notas intentando animarme a seguir escribiendo. Algunos otros pensaron que tal vez había extraviado la dirección electrónica de sus correos, y por eso no estaban recibiendo mis artículos; otros más asumieron que estaba enfermo y hasta llegaron a preguntarme cómo seguía. Nada parecía aliviar mi desolación hasta que ayer viernes, al terminar la semana, de forma natural y sin proponérmelo, experimenté de nuevo un cosquilleo en el estómago y las yemas de mis dedos me empezaron a arder, sensaciones que solo se calman cuando consigo aplastar las teclas de mi tablero. Hoy sábado 23 de Febrero, reanudo mi tarea y aquí estoy, listo para continuar entretejiendo historias que buscan esclarecer el oscuro oleaje de mis días, que me ayudan a evocar otros mundos, que me trasladen a otras bahías y que evitan la irrupción de fantasmas que fomentan la traición de la memoria…