lunes, 26 de septiembre de 2011

Luz al final del tunel.

Hace tiempo me preguntó un amigo que si acaso había tenido yo un problema grave alguna vez en mi vida; me eché a reír ante la inocencia de la pregunta y respondí: “por supuesto que conozco el sufrimiento y a lo largo de mi vida, no he enfrentado una, sino varias crisis graves y de diversa índole”; ¿Qué cómo he logrado salir de ellas?  He recorrido como cualquier ser humano las cinco etapas del duelo:

1.      Negación. Es la reacción más común: no me pasa nada; este problema es algo transitorio y muy pronto todo volverá a la normalidad. De aquí a mañana las cosas volverán a ser las mismas; no tiene caso preocuparse…

2.      Rabia; ¿Por qué me tocó esto a mí? ¿por qué yo? No lo merezco, ¿por qué a otra gente que anda por la calle no le ocurre nada? ¿por qué tendría que pasarme a mí?

3.      Negociación. ¿Qué puedo hacer para posponer lo inevitable? Necesito ayuda profesional, necesito intentar un nuevo tratamiento, necesito cambiar de estilo de vida.

4.      Depresión. No vale la pena seguir; esto se acabó, me rindo, no puedo más, esto es más fuerte que yo, jamás pensé que yo acabaría así.

5.      Aceptación .Todo saldrá bien a final de cuentas. Nadie es indispensable; mañana será otro día, un mejor día. Yo sabía que habría una solución, y finalmente acaba la crisis.

Estas son las cinco etapas del duelo que atravesamos todos cuando enfrentamos una pérdida catastrófica, un problema grave o incluso cuando enfrentamos la muerte de un familiar cercano. Curiosamente, estos mismos principios aplican para entender la conducta de los gobiernos que enfrentan una grave crisis financiera. Por estas etapas pasamos los mexicanos, argentinos, brasileños, rusos y asiáticos. Ahora les toca a Europa y a Estados Unidos e incluso la semana pasada leímos sobre una inminente recesión mundial. Yo no sé -ni creo que nadie sepa- cómo van a evolucionar las convulsiones que están transfigurando las economías europeas y americanas o cómo reaccionarán los mercados financieros y los gobiernos en su interminable ciclo de acciones y reacciones. Nada parece funcionar. Sin embargo, cuando anticipar lo que viene se hace tan difícil, es bueno echar mano del pasado y buscar en la Historia aun sabiendo que, a veces, lo que pasó antes es una guía poco fiable para vislumbrar el futuro.

Carmen Reinhart, coautora junto con Kenneth Rogoff del magnífico libro Esta vez es distinto: Ocho siglos de necedad financiera, identifica las cinco tácticas más comunes que los países han usado para reducir su endeudamiento.

1. Crecer. Se trata de ir saliendo del problema expandiendo la economía. A medida que esta crece, aumentan los ingresos fiscales y disminuye el peso de la deuda. Muchos países lo han intentado; pocos lo han logrado. Esta táctica es poco probable que ocurra.

2. Dejar de pagar. En lenguaje más técnico esto se llama moratoria, suspensión de pagos, reestructuración de la deuda. En la práctica, no implica otra cosa que la cruda notificación que los países hacen a sus deudores de que les pagarán menos de lo que les deben y que lo harán en un plazo más largo al que se habían comprometido inicialmente.

3. Austeridad. Este es un tema tan dolorosamente familiar hoy para los europeos e incluso para los americanos como lo fue en los años noventa para latinoamericanos, rusos y asiáticos. Implica recortes del gasto público, tanto del superfluo como del que no lo es tanto. Reduce la deuda, pero también saca manifestantes a la calle y, a veces, derriba gobiernos.

4. Inflación. Cuando aumentan los precios, el valor de la deuda en esa moneda disminuye tanto como la tasa de inflación. La inflación es mala para la economía, especialmente para los asalariados, y alivia el problema del endeudamiento de una manera menos políticamente estridente. Pero no resuelve el problema del endeudamiento en otras monedas.

5. Represión financiera. Ocurre cuando los gobiernos toman medidas que canalizan hacia ellos mismos fondos que de otra manera irían a otros propósitos o saldrían de la economía. El arsenal que incluye estas medias es variado, tentador, peligroso y frecuentemente utilizado. Incluye la imposición de límites a los tipos de interés que paga el gobierno, la obligación de que los bancos usen deuda pública como parte de sus reservas, la nacionalización de la banca, o partes de ella, o los controles al libre flujo internacional de capitales. Suena extremo y lo es. Pero estuvo de moda en los países menos desarrollados entre los años sesenta y ochenta.

Claro está, ninguna de estas cinco tácticas son mutuamente excluyentes y pueden ser combinadas; en particular, la inflación y la represión financiera se acompañan con frecuencia. No sé cómo evolucionará esta crisis, ni se si ciertamente enfrentaremos otra recesión que se anuncia más grave que la enfrentada en 2008. Pero sí sé que me gustaría que estuviéramos todos en la etapa cinco del duelo: “ya la acepté y espero con ansias a ver la luz al final del túnel”.

 

 

 

 

lunes, 19 de septiembre de 2011

Los recuerdos y el porvenir...

La vida es tan solo un soplo fugaz, frágil y transitoria; no se detiene nunca. Revisando mis notas del Blog, me di cuenta que el año pasado escribí un artículo sobre cómo conocí a Jacques Chirac, ex Presidente de Francia, en 1999; en una versión que acabo de editar, mi artículo decía más o menos así:

Susana estaba esperándome en el lobby del Hotel Nikko, sonriente y con la chispa inconfundible de la inteligencia en sus ojos; la saludé como siempre, con un beso en cada mejilla. Vestida para la ocasión, Susana llevaba un traje de coctel color verde musgo, zapatos de dos colores: verde oscuro y las puntas de charol negro y una bolsa de idénticos colores, con el sello clásico de la Casa Chanel. “-Estas lista?” le pregunté. “-Claro, pidamos un taxi, tenemos que estar en punto de las cinco y ya son las cuatro y quince de la tarde” respondió. Susana había llegado desde el día anterior a la ciudad de México. Yo había volado esa mañana; hacía varias semanas que habíamos acordado reunirnos para asistir al coctel de bienvenida del Presidente de Francia Jacques Chirac y su esposa Bernardette Chodrol de Courcet de Chirac, recepción ofrecida por el  Embajador francés en México, Bruno Delaye. Aunque me había registrado en el hotel a las tres de la tarde, tuve que hacer algunas llamadas y se me fue una media hora sin sentirla; apenas tuve tiempo de bañarme; me puse un traje Canali gris acero, una camisa blanca de puño doble, unas mancuernillas de oro blanco y una corbata de seda natural Gianfranco Ferre, en color gris con líneas negras; me apresuré a tomar el ascensor y me dirigí a buscarla en el lobby,  asegurándome de llevar en el bolsillo interno de mi saco, la invitación y una identificación oficial. Ambos requisitos eran imprescindibles tanto para el coctel como para la cena posterior que sería ofrecida en Los Pinos por el Presidente de México esa noche.

 Tomamos un taxi del hotel y un botones vestido con un impecable frac gris y negro le abrió solícito la puerta trasera derecha a Susana. Yo abordé el taxi por la puerta izquierda. Al sentarme en el auto, noté con extrañeza que Susana no llevaba alhajas y que en el cuello en vez de collar, llevaba un listón tricolor: verde, blanco y rojo, en tonos brillantes. Pensé que en alguno de sus múltiples viajes a Italia, Susana había adquirido aquel adorno y pensé incluso la marca del accesorio, tal vez Prada o quizás Fendi. A pesar del tráfico, el taxista se internó rápidamente por la Colonia Juárez hasta detenerse en el número 15 de la Calle Favre, en la Casa de Francia en México, lugar de la recepción. Había afuera un gran dispositivo de seguridad; Susana y yo fuimos recibidos por el personal de la Embajada quienes nos dijeron que éramos 40 invitados y que debíamos hacer una valla, hasta que el Presidente de Francia y su esposa, así como el Embajador francés y su esposa hicieran su entrada.

El patio de la casona había sido adornado con papel picado; habían colocado enormes fuentes y jarrones de Talavera con alcatraces blancos. En el kiosco, una banda de músicos amenizaba aquel festejo; colocados estratégicamente se encontraban jóvenes mexicanos interpretando a varios personajes que tradicionalmente se encuentran en las ferias de los pueblos de México: un globero, un algodonero,  una vendedora de flores, un vendedor de periódicos, un bolero, un organillero, entre varios más; “Susana, que te recuerda este patio?”. “Parece una estampa de la pintura Sueño de una tarde dominical en la Alameda, de Diego Rivera” respondió.“ ”Efectivamente “alcancé a responder cuando en ese momento la música se detuvo para anunciar el arribo del Presidente de Francia y su comitiva.

Esperamos el momento en que el Presidente Chirac y su esposa se acercaran. Al llegar a nosotros, el Embajador menciono nuestros nombres, y el Presidente extendió su mano hacia mí;  Madame Chirac saludó a Susana y le dijo: “Que hermoso adorno lleva usted en el cuello”. Al oír el halago, Susana reaccionó de inmediato “Es para usted” mientras se quitaba el listón y lo colocaba con delicadeza en el cuello de la primera dama de Francia. Fueron menos de dos minutos nuestra interacción e inmediatamente después continuaron con el saludo protocolario con la siguiente pareja de invitados. “Le encantó tu adorno la señora Chirac” le dije en voz baja a Susana, quien al oír mi comentario sonrió y me dijo: “Ayer al salir de mi casa, me acordé que había dejado el estuche de joyas sobre mi escritorio y como el taxista ya llevaba más de veinte minutos esperándome afuera, no quise regresarme; por lo tanto, se me ocurrió arrancar uno de los listones de mis macetas; nomas lo sacudí para quitarle la tierra y me lo traje; ese listón tricolor me costó seis pesos en el Mercado Juárez, aunque ahora por supuesto, en el cuello de Madame Chirac ya vale más…”

Doce años mas tarde, la vida ha cambiado: a Susana no la he vuelto a ver en mucho tiempo; lo último que supe de ella fue que enviudó y que su bonanza financiera se esfumó en una de las tantas crisis; supe además que tuvo que dejar el palacete neoclásico francés en el que vivió toda su vida y ahora vive en un apartamento pequeño; por otra parte, Jaques Chirac de 78 años, presidente de Francia hasta 2007, ha sido acusado de un caso de corrupción, desvío de fondos públicos y nepotismo. Los abogados de Chirac remitieron al tribunal la semana pasada un informe médico en el que se asegura que el ex presidente francés no se encuentra en condiciones de comparecer porque padece una enfermedad neurológica cercana al alzhéimer. El nombre del mal que padece Chirac es llamado anosognosia, una dolencia que impide a los enfermos darse cuenta de que pierden facultades mentales y de memoria. "Olvidan que se olvidan", explica un médico. El juicio se iba a celebrar en marzo de este año. El mismo ex presidente aseguró entonces que acudiría al tribunal y su mujer, Bernadette, lo confirmó: "Es un guerrero e irá". Pero la salud de Chirac parece haberse deteriorado en los últimos meses y no hay buenos augurios. Por mi parte, yo dejé México hace ocho años; desde el exilio, escribo semanalmente procurando juntar las astillas del prodigioso espejo de la memoria, en un intento por exorcizar los fantasmas del olvido; busco esquivar la traición de la memoria para recapturar los recuerdos y poder enfrentar mejor el porvenir…

 

 

 

lunes, 12 de septiembre de 2011

The American Dream

La brisa sopló y parecía que unas a otras, las ramas de las palmeras se acariciaban ante el rumor del viento; allá arriba, un cielo intensamente azul era testigo del encuentro de nubes blancas que viajaban de norte a sur. Doblamos a la derecha y entramos al desarrollo habitacional que iniciaba con dos cascadas amplias y generosas, una de cada lado de la acera y continuaba con una inmensa fuente de agua cristalina; al igual que otros diez o tal vez doce desarrollos que habíamos visitado previamente, las casas estaban ubicadas a la orilla de los lagos  y las áreas verdes circunvecinas estaban recortadas impecablemente. Andrew le dijo al vigilante de la caseta de seguridad: “estamos aquí para visitar la casa del Señor Rubín”. “Permítame” respondió el afroamericano mostrando unos dientes blanquísimos; alto y delgado llevaba un uniforme color kaki planchado meticulosamente; con gesto solícito revisó en su computadora y lo llamó de inmediato; “déjelos pasar” dijo el Señor Rubín, con su inconfundible acento neoyorkino. “Su código?” interrogó el guardia’ “6894” respondió de inmediato el Sr. Rubín. “Me permiten su identificación?” nos dijo el vigilante. Andrew y yo le dimos nuestras credenciales de conducir; después de tomar nota, las devolvió junto con un permiso de estacionamiento; Andrew aceleró su Boxter convertible color rojo, al tiempo que el guardia levantaba la plumilla de de acceso.

La casa estaba ubicada en una esquina; “Esta casa tiene más terreno que el resto de casas de la cuadra, y tiene además seis palmeras reales: cinco al lado y una al frente; tiene además  muchas mejoras que incrementan el valor: el propietario hizo recientemente una renovación completa de la cocina y los baños y contrató a un decorador profesional para que diseñara cortinajes, lámparas y además mandó pintar las habitaciones con diversos temas; el baño de la recamara principal tiene jacuzzi. La cristalería de las lámparas y las telas que usaron para las cortinas son importadas; creo que la Sra. Rubín las mandó traer de Italia, explicaba Andrew mientras tocaba el timbre. El Sr. Rubín abrió la puerta y sonriente nos extendió su mano y dijo:”Hola, mucho gusto, soy Eric Rubín, pasen”.  Eric era blanco, pelirrojo, bajo de estatura y ancho de espaldas; traía un cargo short color verde militar y una playera gris de cuello en V; descalzo y con el pelo húmedo, parecía recién bañado.

Empezamos a recorrer la casa y efectivamente, comprobé la información que mencionó Andrew, el agente de bienes raíces. Era una casa espaciosa: cuatro recámaras, una amplísima sala, un comedor, una cocina blanca y equipada, una barra con azulejos rústicos color acre, altos bancos beige con lunares diminutos color blanco rodeaban la cocina y separaban esta área de la estancia, patio y jardín. Los pisos y alfombras eran color blanco y lucían impecables; las paredes exhibían cuadros de gusto excepcional. Había esculturas de bronce colocadas en la casa, muebles de sala y comedor de madera finamente talladas. Ante el dintel de cada puerta, en cada habitación, había pequeñas mezuzahs, que evidenciaban el origen judío de la familia. Eric nos explicó que la principal razón por la que deseaba vender esa casa era porque su esposa estaba embarazada y el espacio resultaba insuficiente para una familia de cinco miembros; sin embargo, planeaba comprar una casa más amplia, dentro del mismo desarrollo habitacional. “No nos queremos ir de aquí; los vecinos son muy amables y hemos logrado hacer un buen circulo de amigos”, agregó sonriente. Al terminar el recorrido, Andrew y yo empezamos a negociar el precio y a determinar probable fecha en la que podría entregar la casa, en caso de que yo decidiera comprarla. Finalmente, prometimos a Eric que esa tarde, antes de las cinco, haríamos la oferta.

Tenía yo apenas unos cuantos días de haber ingresado al país; había llegado con una visa de trabajo que se vencería en once meses y dos semanas. Ignoraba cuanto tiempo me tomaría gestionar la residencia y el procedimiento para obtenerla. Andrew, el agente de bienes raíces era amigo de mi jefe, éste le había pedido que me ayudara a adquirir una casa; en mis adentros dudaba de la cordura de esta idea y pensaba que sería materialmente imposible lograr que un Banco me otorgara un crédito tan alto para pagar la casa. No contaba con historial crediticio en este país. “Seguramente me pedirán comprobantes de pago” y aun no recibo ni siquiera mi primer sueldo. Andrew se rio de buena gana cuando externé estas preocupaciones  y afirmó con la certeza: “Dont worry, only in America, Luis” y así fue: en una semana el Banco me otorgó la hipoteca sin verificar realmente mi ingreso, sin que hubiera evidencia de mi solvencia económica, sin contar con un record de crédito, obviamente sin tener la residencia permanente y además, se logró la gran excepción de requerir que pagara solamente el 10% del costo total de la propiedad como enganche, cuando a los extranjeros se pide normalmente el 25% del valor total como primer pago.

Ocho años después, las cosas han cambiado radicalmente en este país: la batalla para exigir responsabilidades a Wall Street por el fiasco de las hipotecas-basura cobró nueva dimensión. La Agencia Federal de la Vivienda presentó una demanda multimillonaria en la que acusa a Bank of America, JP Morgan Chase, Deutsche Bank, HSBC, Barclays, Citigroup, Nomura y otros grandes grupos financieros de provocar pérdidas de 41.000 millones de dólares a las dos entidades prestamistas públicas Freddie Mac y Fannie Mae tras venderles hipotecas de dudosa calidad por valor de 179.000 millones de dólares. Los graves problemas con las hipotecas están en el corazón del colapso financiero. La agencia considera que los bancos faltaron a su obligación de comprobar la calidad de los activos que colocaban en el mercado y fallaron al ver que los hipotecados estaban aportando pruebas falsas o exageraron sus ingresos para hacerse de los préstamos. Eso provocó que la deuda vinculada a las hipotecas perdiera más rápido su valor cuando se retrasaron en los pagos. El argumento para el ataque legal es conocido, y es quizás la única vía por la que el regulador puede exigir algún tipo de responsabilidad a Wall Street por los excesos durante los años del boom inmobiliario.

El proceso para restaurar la confianza en la banca será lento. Desde la asociación bancaria se teme que los continuos procesos legales sigan creando incertidumbre y eche para atrás a las entidades a la hora de conceder determinados préstamos. No lo piensan así las organizaciones que protegen al consumidor, que dicen era hora que los reguladores busquen justicia. Relacionado con el fiasco hipotecario, la Reserva Federal inició una acción contra Goldman Sachs por las prácticas de su antigua filial Litton Loan Services en el proceso de embargo de viviendas. El banco central estadounidense, que vigila a las grandes firmas financieras del país, le advierte de que esta conducta puede ser objeto de reprimenda financiera. Wall Street se plantea el siguiente debate: con una economía y un mercado de la vivienda tan vulnerables, ¿es conveniente reforzar esta batalla legal? Sobre todo cuando la Casa Blanca trata de definir un plan que le permita, con la ayuda de los bancos, contener la degradación del sector inmobiliario, que no termina de tocar fondo tras cuatro años de contracción en las ventas y en los precios. Lamentablemente para muchos, estos pleitos han ocurrido demasiado tarde y el sueño americano de contar con casa propia, a raíz del desplome hipotecario, se convirtió en pesadilla…

 

 

 

 

lunes, 5 de septiembre de 2011

La percha.

Lorena había entrado a su corazón con la fuerza de un huracán a pesar de haberla conocido hacía tan solo dos meses; su recuerdo lo perseguía sin tregua: su piel era suave, su cabello castaño, largo y sedoso, volaba como pañuelo de adiós ante el menor soplo de viento; tenía una breve cintura y sus pechos eran redondos como cántaros de barro; sus ojos negros y esas “pestañas de aguacero” habían arrancado a Joaquín varias noches de insomnio.  Había empezado a trabajar recientemente como diseñador grafico en un pequeño despacho de publicidad ubicado en el sur de la ciudad, cerca de Soriana Contry y con su primer sueldo la invitó al cine y a cenar. Lorena aceptó de buena gana aunque le puso freno al final de la cita, cuando Joaquín intentó besarla:”no estoy buscando novio” le dijo de frente. “Si quieres que salgamos de nuevo, no te quieras pasar de listo conmigo”. Y bastó esa declaración para que su herido orgullo de hombre le hiciera seguirla por dondequiera que iba: la seguía en Facebook, en Twitter, le enviaba textos y le llamaba casi a diario; algunas veces llegó a espiarla sin que ésta se diera cuenta, a la salida de clases. 

 

Los rasgos faciales de Joaquín acusaban un origen indígena reciente: nariz prominente y anchos pómulos; dientes blancos y macizos, como granos de elote de una cosecha tardía, su piel achocolatada y su cabello era tan rebelde como una crin de caballo que intentaba amansar cada mañana con el gel más agresivo que encontraba en la Farmacia Benavides; sin embargo, tenía una buena estampa: amplio tórax, brazos musculosos, manos grandes  y la cintura angosta de novillero que realzaba con ropa que compraba los fines de semana, cuando se asomaba al puesto de la Pulga Rio en donde trabajaba Martha, su hermana; a Joaquín le gustaba la ropa de marca, pero dados sus recursos limitados, buscaba esa ropa en versión “pirata”: tenía tres pantalones Rock&Republic, un par de tennis Diesel, varias camisetas Abercrombie y llegó a adquirir hasta una colección de relojes deportivos de marcas diversas: Tommy, Fossil y Adidas que combinaba con la ropa que usaba. Su cuidado aspecto físico le había hecho merecedor de un sobrenombre ante su círculo de amigos: le llamaban “la percha”. 

 

Esa mañana al llegar a su oficina, Joaquín encendió su máquina, entró a Facebook y buscó como de costumbre el muro de Lorena. “Lorena prima, pásatela con madre”. “Feliz cumple, Lorenita”, “Que tengas un día lleno de apapachos y así…” “Lore, hermosa, feliz diaaaaa” eran algunas de las felicitaciones que aparecían minuto a minuto. ¿Por qué no me dijo Lorena que hoy es su cumpleaños? Pensó Joaquín con el estomago apretado por la rabia interna que empezó a subir por su cuerpo; de inmediato saco su teléfono y le texteó:  “Feliz día, cumpleañera, ¿donde es el mole?” ; al no recibir respuesta de la joven, cinco minutos más tarde insistió con un segundo texto: “que la pases super, que onda, ¿en donde nos vemos para darte el abrazo?”. Instantes después, Lorena contestó lacónica: “yo te aviso”. Una sonrisa de alivio apareció en su cara pero se desvaneció de inmediato cuando Antonia, la jefa entró a la oficina; Joaquín se puso serio, guardó rápidamente su Blackberry, cerró la página de Facebook y entró a Google.

 

A las 12:10 de mediodía, el celular de Joaquín sonó con insistencia, era Lorena: “Nos vamos a reunir a las 2:30 de la tarde a comer en el Casino Royale; ¿quieres venir?”. Joaquín respondió entusiasmado: “a ver cómo le hago, pero allá nos vemos” y colgó. Obviamente no podía pedir permiso para ausentarse pero podría escaparse un rato durante su hora de comida, para llevar un obsequio a Lorena; abrió su cartera, tenía solamente $200 pesos; “apenas me alcanza para el taxi, de ida y vuelta ” y texteó  a Martha su hermana: “Hoy es el cumple de Lorena; ¿me puedes fiar un osito de cuerda?”. “Claro, tonto” contestó Martha. “Iré en taxi a las 2 pm por él; te aviso cuando llegue” le escribió Joaquín. “OK” replicó su hermana. El taxi se detuvo a las 2: 35 pm en la Pulga Rio, Martha le entregó a Joaquín el osito envuelto en papel de china rosa y empacado en una bolsa de colores lila y verde limón. Joaquín llegó al Casino Royale a las 3:15 pm y buscó a Lorena; ahí estaba sonriente, rodeada de amigas, comiendo el menú del día: envueltos de picadillo, arroz a la jardinera y frijoles refritos. Eran las 3:20 pm cuando Joaquín la abrazó con ternura; aspiró su perfume de mujer bonita cuando de pronto oyó gritos allá a lo lejos, y vio salir corriendo a algunas personas apresuradamente, ante un estruendo, confusión, humo y caos. Inmediatamente agarró la mano de Lorena y al igual que el resto de sus amigas, corrieron al segundo piso del inmueble, buscando refugio, pero jamás imaginaron a ciencia cierta el infierno que sobrevendría.

Fueron los 2 minutos y 30 segundos más largos en la historia de Monterrey, dejaron 52 muertos y consternaron a toda una ciudad. Una semana más tarde el Gobierno de Nuevo León, presentó a cinco integrantes del grupo criminal de Los Zetas responsables de la matanza. Detrás de los acusados se observaron ocho automóviles, cuatro de los cuales aparecen en el video donde se vio a los criminales llegar al casino para luego prenderle fuego. Y frente a los delincuentes, que portaban chalecos con la leyenda de "Detenido", aparecieron las armas utilizadas -un rifle AK 47, algunas pistolas, y teléfonos móviles. No fueron golpeados. Fueron detenidos en pocos días. Han confesado que querían dar una lección a los dueños del casino, para que pagaran "derecho de piso".

Los cuerpos de Lorena y Joaquín quedaron irreconocibles pero se podía distinguir, según los rescatistas, que murieron una en brazos del otro; aunque Lorena no buscaba novio, Joaquín le siguió hasta donde pudo, y le acompañó a cruzar el portal, hasta llegar al otro lado de ese lado. Esa noche de la tragedia y al día siguiente, Martha, que era la única que sabia el paradero de “la percha” acompañó a su madre a buscarlo; llegaron finalmente al anfiteatro. Martha lo reconoció por la hebilla del cinturón Perry Ellis que ella misma le vendió; fue lo único que se distinguía con claridad en aquel cuerpo carbonizado; “ él es mama” dijo entre llanto. Las palabras de Martha entraron como el  filo de una navaja delgada, que atravesó  el corazón de Doña Tere su madre, quien cayó de hinojos y al gritar como animal herido, alcanzó a emitir una sola pregunta: ¿por qué? 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La percha.

Lorena había entrado a su corazón con la fuerza de un huracán a pesar de haberla conocido hacía tan solo dos meses; su recuerdo lo perseguía sin tregua: su piel era suave, su cabello castaño, largo y sedoso, volaba como pañuelo de adiós ante el menor soplo de viento; tenía una breve cintura y sus pechos eran redondos como cántaros de barro; sus ojos negros y esas “pestañas de aguacero” habían arrancado a Joaquín varias noches de insomnio.  Había empezado a trabajar recientemente como diseñador grafico en un pequeño despacho de publicidad ubicado en el sur de la ciudad, cerca de Soriana Contry y con su primer sueldo la invitó al cine y a cenar. Lorena aceptó de buena gana aunque le puso freno al final de la cita, cuando Joaquín intentó besarla:”no estoy buscando novio” le dijo de frente. “Si quieres que salgamos de nuevo, no te quieras pasar de listo conmigo”. Y bastó esa declaración para que su herido orgullo de hombre le hiciera seguirla por dondequiera que iba: la seguía en Facebook, en Twitter, le enviaba textos y le llamaba casi a diario; algunas veces llegó a espiarla sin que ésta se diera cuenta, a la salida de clases. 

 

Los rasgos faciales de Joaquín acusaban un origen indígena reciente: nariz prominente y anchos pómulos; dientes blancos y macizos, como granos de elote de una cosecha tardía, su piel achocolatada y su cabello era tan rebelde como una crin de caballo que intentaba amansar cada mañana con el gel más agresivo que encontraba en la Farmacia Benavides; sin embargo, tenía una buena estampa: amplio tórax, brazos musculosos, manos grandes  y la cintura angosta de novillero que realzaba con ropa que compraba los fines de semana, cuando se asomaba al puesto de la Pulga Rio en donde trabajaba Martha, su hermana; a Joaquín le gustaba la ropa de marca, pero dados sus recursos limitados, buscaba esa ropa en versión “pirata”: tenía tres pantalones Rock&Republic, un par de tennis Diesel, varias camisetas Abercrombie y llegó a adquirir hasta una colección de relojes deportivos de marcas diversas: Tommy, Fossil y Adidas que combinaba con la ropa que usaba. Su cuidado aspecto físico le había hecho merecedor de un sobrenombre ante su círculo de amigos: le llamaban “la percha”. 

 

Esa mañana al llegar a su oficina, Joaquín encendió su máquina, entró a Facebook y buscó como de costumbre el muro de Lorena. “Lorena prima, pásatela con madre”. “Feliz cumple, Lorenita”, “Que tengas un día lleno de apapachos y así…” “Lore, hermosa, feliz diaaaaa” eran algunas de las felicitaciones que aparecían minuto a minuto. ¿Por qué no me dijo Lorena que hoy es su cumpleaños? Pensó Joaquín con el estomago apretado por la rabia interna que empezó a subir por su cuerpo; de inmediato saco su teléfono y le texteó:  “Feliz día, cumpleañera, ¿donde es el mole?” ; al no recibir respuesta de la joven, cinco minutos más tarde insistió con un segundo texto: “que la pases super, que onda, ¿en donde nos vemos para darte el abrazo?”. Instantes después, Lorena contestó lacónica: “yo te aviso”. Una sonrisa de alivio apareció en su cara pero se desvaneció de inmediato cuando Antonia, la jefa entró a la oficina; Joaquín se puso serio, guardó rápidamente su Blackberry, cerró la página de Facebook y entró a Google.

 

A las 12:10 de mediodía, el celular de Joaquín sonó con insistencia, era Lorena: “Nos vamos a reunir a las 2:30 de la tarde a comer en el Casino Royale; ¿quieres venir?”. Joaquín respondió entusiasmado: “a ver cómo le hago, pero allá nos vemos” y colgó. Obviamente no podía pedir permiso para ausentarse pero podría escaparse un rato durante su hora de comida, para llevar un obsequio a Lorena; abrió su cartera, tenía solamente $200 pesos; “apenas me alcanza para el taxi, de ida y vuelta ” y texteó  a Martha su hermana: “Hoy es el cumple de Lorena; ¿me puedes fiar un osito de cuerda?”. “Claro, tonto” contestó Martha. “Iré en taxi a las 2 pm por él; te aviso cuando llegue” le escribió Joaquín. “OK” replicó su hermana. El taxi se detuvo a las 2: 35 pm en la Pulga Rio, Martha le entregó a Joaquín el osito envuelto en papel de china rosa y empacado en una bolsa de colores lila y verde limón. Joaquín llegó al Casino Royale a las 3:15 pm y buscó a Lorena; ahí estaba sonriente, rodeada de amigas, comiendo el menú del día: envueltos de picadillo, arroz a la jardinera y frijoles refritos. Eran las 3:20 pm cuando Joaquín la abrazó con ternura; aspiró su perfume de mujer bonita cuando de pronto oyó gritos allá a lo lejos, y vio salir corriendo a algunas personas apresuradamente, ante un estruendo, confusión, humo y caos. Inmediatamente agarró la mano de Lorena y al igual que el resto de sus amigas, corrieron al segundo piso del inmueble, buscando refugio, pero jamás imaginaron a ciencia cierta el infierno que sobrevendría.

Fueron los 2 minutos y 30 segundos más largos en la historia de Monterrey, dejaron 52 muertos y consternaron a toda una ciudad. Una semana más tarde el Gobierno de Nuevo León, presentó a cinco integrantes del grupo criminal de Los Zetas responsables de la matanza. Detrás de los acusados se observaron ocho automóviles, cuatro de los cuales aparecen en el video donde se vio a los criminales llegar al casino para luego prenderle fuego. Y frente a los delincuentes, que portaban chalecos con la leyenda de "Detenido", aparecieron las armas utilizadas -un rifle AK 47, algunas pistolas, y teléfonos móviles. No fueron golpeados. Fueron detenidos en pocos días. Han confesado que querían dar una lección a los dueños del casino, para que pagaran "derecho de piso".

Los cuerpos de Lorena y Joaquín quedaron irreconocibles pero se podía distinguir, según los rescatistas, que murieron una en brazos del otro; aunque Lorena no buscaba novio, Joaquín le siguió hasta donde pudo, y le acompañó a cruzar el portal, hasta llegar al otro lado de ese lado. Esa noche de la tragedia y al día siguiente, Martha, que era la única que sabia el paradero de “la percha” acompañó a su madre a buscarlo; llegaron finalmente al anfiteatro. Martha lo reconoció por la hebilla del cinturón Perry Ellis que ella misma le vendió; fue lo único que se distinguía con claridad en aquel cuerpo carbonizado; “ él es mama” dijo entre llanto. Las palabras de Martha entraron como el  filo de una navaja delgada, que atravesó  el corazón de Doña Tere su madre, quien cayó de hinojos y al gritar como animal herido, alcanzó a emitir una sola pregunta: ¿por qué?