martes, 26 de julio de 2011

Aunque la mona se vista de seda...

Ese día había terminado temprano mis reuniones en Houston; eran poco mas de las 5 pm y dado que volaría de regreso a Florida hasta el día siguiente, entré a mi habitación y al cepillarme los dientes  dudé entre ir a nadar en la piscina del hotel o lanzarme a cenar para después empacar y dormir. La idea de salir a cenar ganó la partida. Tomé un taxi del hotel hacia Galerías, el enorme centro comercial; entré por una de las puertas que dan acceso al mall y una bocanada de aire frio me reconfortó; decidí caminar un poco antes de elegir restaurant. Había mucha gente entrando y saliendo de las tiendas. Me detuve a observar el movimiento cuando de pronto, como una aparición, vi a lo lejos una mujer que se me hizo conocida; ella venía sonriente, charlando animadamente con un hombre de edad mediana, muy probablemente de origen mexicano, elegantemente vestido;  la pareja caminaba rodeada por un grupo de hombres corpulentos que llevaban discretamente guardados sus sistemas de comunicación; ella llevaba un traje sastre color beige y una bolsa nacarada Gucci, que hacia juego exacto con los zapatos del mismo tono. Al acercarse y pasar a mi lado no me quedó la menor duda: era  la mujer más poderosa de México; también la más temida; posiblemente la más odiada: Elba Esther Gordillo, “la maestra”.

Elba Esther Gordillo desde hace 22 años dirige el sindicato más grande de Latinoamérica, más de un millón de maestros repartidos por todo el territorio mexicano. Entre los poderes que se le atribuyen a la líder vitalicia del SNTE (Sindicato Nacional de Trabajadores de la Enseñanza) está el de determinar los resultados electorales. No es ningún secreto que su apoyo a Felipe Calderón resultó crucial para que se hiciera con la presidencia de la República en 2006. La Maestra logró que unos 400.000 profesores -según fuentes de su entorno- votaran oportunamente por Calderón en detrimento del candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador. A cambio, Elba Esther Gordillo se aseguró el control de la Lotería Nacional, del ISSSTE -la seguridad social de los trabajadores del Estado- y de una subsecretaría del ministerio de Educación Pública. Hace unos días, La Maestra -que no da patada sin huarache- convocó a la prensa, hizo una declaración explosiva, reconoció por primera vez públicamente su apoyo a Calderón en 2006. Tal vez su intención era dejar claro, ante la contienda electoral del próximo año, que ella sigue siendo una pieza indispensable en el engranaje del poder.

Nacida en Chiapas en 1945, huérfana a los 3 años y maestra a los 12, Elba Esther Gordillo inició su carrera política en el Partido Revolucionario Institucional (PRI). En 1989, el presidente Carlos Salinas de Gortari la apoyó para conseguir la dirección del SNTE para que apaciguara la mayor revuelta magisterial de la historia. La Maestra lo consiguió y desde entonces se ha dedicado a amasar poder. Bajo su mando, el SNTE dejó de ser una herramienta del PRI para controlar a los maestros y se convirtió en una herramienta de La Maestra para controlar al poder. Extremadamente hábil para leer los tiempos políticos, la diputada y senadora priista en varias ocasiones empezó a coquetear con la derecha del PAN en cuanto se percató de que el viejo PRI empezaba a perder fuerza tras siete décadas de hegemonía. En 2003, y a pesar de ser la jefa de los diputados del PRI, se confabuló con el presidente panista Vicente Fox para aprobar una reforma fiscal. Fue expulsada por alta traición de su partido y, como respuesta, creó el suyo propio. No solo logró el 4% de los votos en las presidenciales de 2006, sino que también supo apartar los suficientes para que Calderón se impusiera sobre López Obrador.

La Maestra no ha aprovechado su inmenso poder para mejorar el estado de la Educación. Castañeda -que la definió en un artículo de prensa como "aliada, amiga y adversaria"- se atrevió a poner en blanco y negro su inmenso poder económico: "Elba Esther Gordillo es excepcionalmente seductora como política y excepcionalmente leal como amiga. Representa el epítome tanto de la debilidad como de la vigencia de la creatividad política mexicana, gracias a su terrible reputación y a sus ideas sorprendentemente modernizadoras y democráticas. Concentra todos los rasgos del carácter mexicano y todas las realidades sociales. Cada mes, la Secretaría de Hacienda retiene las cuotas sindicales de 1,2 millones de maestros antes de transferir sus sueldos a los gobiernos estatales, quienes se encargan de pagarles. Ese dinero es depositado directamente en la cuenta de la dirección del sindicato, que responde ante el Comité Ejecutivo Nacional, que a su vez responde solamente ante Gordillo. Según algunos cálculos -el Gobierno rehúsa publicar cifras exactas- esto representa aproximadamente 10 millones de dólares al mes, o un poco más de 100 millones de dólares al año: su caja chica. La administra con magnanimidad exquisita y cabeza fría. Y echa mano de ella en ocasiones para sus propios gastos, que no son pocos: varias casas y penthouses en la Ciudad de México y sus alrededores, una supuesta casa de lujo en San Diego, bolsas de mano y vestuario de luminaria; sin embargo, como decía mi abuela: “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”

 

 

 

 

 

 

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