lunes, 1 de agosto de 2011

En el reino de los ciegos.

Quisiera escribir con menos amargura, y poder expresar que la bipolaridad de la economía mundial es tan solo una pesadilla incómoda: cuando era niño, aprendí que los países “occidentales”, los socios de la Unión Europea y Estados Unidos fundamentalmente, eran previsibles, tranquilos y fiables mientras que los países menos desarrollados, como México, país en donde nací y literalmente,  el resto de países del planeta, navegaban en la incertidumbre y los sobresaltos. Durante mi infancia y juventud, vivimos tantas crisis en mi país, que llegué a pensar que esa vida incierta era normal; sin embargo, de esas economías esplendorosas y fuertes, solo queda el recuerdo; tanta riqueza y tanta agenda estructurada han terminado saturando a los agentes políticos, hasta revalorizar el riesgo y la frivolidad. Los países de la unión europea han dado buena prueba de ello en este año y medio de agónica discusión irresuelta  sobre el rescate de Grecia. Algo similar están haciendo los congresistas estadounidenses, que a unas horas de vencerse el plazo aun no logran establecer un acuerdo. El congreso parece obstinado en sus posiciones, antes que renunciar a los dogmas políticos de cada uno de los partidos: el que prohíbe subir los impuestos a los republicanos y el que obliga a defender la orientación y la cobertura social a los demócratas.

Los afectados por una Administración sin medios de pago serán los salarios de los veteranos, pensionados y minusválidos, así como los numerosos programas de bienestar y salud dirigidos a las minorías. Las consecuencias ya se han hecho notar en las Bolsas y en los precios de las materias primas como primeras advertencias de una crisis anunciada, a pesar de que Obama ha anunciado hoy  el inicio de un acuerdo basado en un recorte de tres billones de dólares aplicables en diez años, con el fin de elevar del techo de endeudamiento que permita cumplir con las obligaciones de la Administración. El problema que la Casa Blanca y el Congreso se han propuesto resolver no es ficticio. El nivel de endeudamiento es insoportable y requiere recortes drásticos en el gasto. La ironía de la historia es que no ha sido Obama quien ha creado el problema sino su antecesor, George Bush, que llegó a la Casa Blanca con superávit de 1.2 billones de dólares y la dejó con una deuda de unos 10 billones de dólares. Su participación en la fabricación del actual pastel de 14.4 billones de dólares de deuda es fabulosa: 1.8 billones del agujero se produce por las exenciones de impuestos a los más ricos; 1.5 por las guerras de Irak y Afganistán, además de los incrementos en defensa; y casi un billón por los paquetes de estímulo a la economía, salvación de bancos y otros capítulos vinculados a la crisis, que el Tea Party ha endosado a Obama gracias a su retórica contra el gasto público.

China es el principal banquero: una cuarta parte de la deuda exterior está en sus manos: EEUU, el más rico del pueblo toma crédito para sufragar su costosísimo tren de vida y quien le presta es China, alguien menos rico, aunque muy trabajador y ahorrador. El desenlace de la historia, es bien conocido: el rico entra en decadencia y el pobre emergente se convierte en el nuevo rico de la aldea. La pelea actual se enfoca a decidir si el gasto social es lo que hay que cortar o si son los impuestos los que hay que subir. Los chinos no tienen problemas de este tipo o si los tienen no se conocen. La crisis es occidental, el endeudamiento también. Pero lo son sobre todo las dificultades de gobierno, por la fragmentación en el caso europeo y por la polarización y división en el estadounidense.

De poco sirve la inteligencia y la capacidad argumentativa de Obama. Los republicanos están divididos y no tienen todavía un candidato presidencial claro. Una parte, la más lunática e irresponsable, ni siquiera cree que la Administración pueda quedarse sin medios de pago. Y cuanto mayor es la división republicana, más difícil atisbar quién pueda dirigirles en la lucha por la presidencia. Pueden perder como partido, pero piensan que Obama perderá como presidente y como candidato. De momento prefieren llevárselo al abismo, aunque su país y el mundo entero sufran con ello. Si le dejan malherido, será más fácil que uno de los candidatos ahora sin perfil presidencial se convierta en un presidenciable serio. No cabe duda que en el reino de los ciegos, el tuerto es rey.

 

 

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