lunes, 18 de julio de 2011

Tentaciones y arrepentimientos...

Borrachita me voy para olvidarte,
te quiero mucho, también me quieres.

Borrachita me voy hasta la capital,
p'a servirle al patrón
que me mandó llamar anteayer.

Yo la quise traer, dijo que no,
que si había de llorar, p'a qué volver.

Borrachita me voy hasta la capital,
p'a servirle al patrón
que me mandó llamar anteayer.

 

Mi abuela era una profesora maravillosa; en aquellos ya lejanos días de mi infancia, después de comer y hacer tareas, me enseñaba a cantar canciones populares; así aprendí a cantar con ella, viejas canciones derivadas del cancionero popular mexicano : “Allá en el rancho grande”, “Adiós mi chaparrita”, “Cuatro milpas” y “Borrachita” de Tata Nacho. A propósito de esta última, a mis diez años, recuerdo que no podía entender el punto de vista narrativo y entender quien estaba borracho, si el hombre o la mujer protagonistas de la historia que describe la canción;  aun recuerdo las palabras de mi abuela: “por muchos siglos, ha existido un derecho que en Francés se llama “Droit de seigneur” un derecho feudal que establece la autoridad señorial del amo de ser propietario de la vida de sus siervos. Este derecho le facultaba al patrón para llamar a las doncellas para “servir” en su casa en labores domesticas o bien, cumplir obligaciones en su cama. La canción “Borrachita” describe la historia de una mujer que es llamada por su amo a dejar su aldea, su casa y su familia para servirle; dado que su pena es tan grande, se embriaga y borrachita va a cumplir su obligación, dejando a su enamorado”. En Latinoamérica heredamos este derecho infame durante la época colonial y durante el mestizaje se acuña  la expresión mexicana “hijo de la chingada” que alude justamente a la expresión del derecho feudal del amo sobre la propiedad de la servidumbre indígena.

A pesar de lo que se piensa comúnmente, este derecho sigue vigente en civilizaciones tan refinadas y civilizadas como Francia y como prueba,  podemos citar el escándalo de Dominique Strauss-Kahn quien con su comportamiento ha perpetuado esta tradición siniestra.  El ex-Director del Fondo Monetario Internacional ha practicado este “derecho” a diestra y siniestra. Tal vez la única diferencia es que en su más reciente hazaña, agregó golpes y maltrato físico a la joven camarista de Guinea.  Durante la primera etapa de la cobertura noticiosa de este penoso incidente, los medios presentaron a Strauss como victimario; las fotos de su captura escandalizaron a la opinión pública francesa. Sin embargo, en las últimas semanas, se ha invertido el proceso. Ahora resulta que la camarera no es una blanca paloma y los abogados de Strauss la presentan como mentirosa y por lo tanto se ha debilitado el caso ante la Corte. Como se ha comprobado que la camarera mintió a la policía sobre su ingreso a los Estados Unidos -es una inmigrante ilegal- y que tuvo una conversación, en un dialecto guineano, con un hombre detenido por tráfico de drogas, se dice que la acusación se tambalea y que el propio fiscal de Nueva York estaría pensando en encarpetar todo el asunto.

En Francia, según una encuesta, un 50% de la opinión pública socialista todavía quisiera que Strauss-Kahn sea su candidato presidencial, hay muchos artículos y declaraciones de amigos y camaradas del ex ministro, quienes, encabezados por Bernard-Henri Lévy, atacan con ferocidad a la justicia estadounidense por haber mostrado a la prensa a un Strauss-Kahn esposado y humillado, en vez de respetar su privacidad y su condición de mero acusado, no de culpable. Leyendo lo que escriben, parecería que Strauss-Kahn es una especie de mártir y mereciera ser desagraviado. Personalmente creo que lo que la camarera guineana dice la verdad y que el sexo oral con que se gratificó aun si lo hubiera requerido de buenas maneras y pagado por ello, habría cometido un acto prepotente con mujer infinitamente más débil y vulnerable que él, la que se habría sometido por necesidad o por miedo, de ningún modo seducida por la apostura o la inteligencia del personaje al que encontró desnudo en la habitación que iba a arreglar. Rehúso pensar que por las mentiras de la camarista van a atenuar las faltas del “intocable” Strauss-Kahn. Pienso que lo que se juzgará en la corte es otro asunto: la culpabilidad o inocencia del acusado. Si la buena conducta previa de la persona fuera determinante, Strauss-Kahn resultaría aun más perjudicado, pues tiene un largo historial de abusos similares.

Al escuchar las explicaciones de mi abuela, abrí los ojos desmesuradamente e inquirí: “entonces abuela, ¿mi papa tiene el derecho de mandar llamar a Agustina, la muchacha, para que le “sirva”? mi abuela rio estrepitosamente y me dijo: claro que si, aunque dudo que lo haga; en esta casa, solo contratamos muchachas muy gorditas, bizcas o entradas en años; para que no haya tentaciones ni arrepentimientos…

 

 

 

 

 

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