lunes, 2 de agosto de 2010

Sueños o insomnio...

La tarde del domingo pasado salí con mis dos hijos casados; el plan era ir solos al cine, y elegir una película, de las múltiples opciones de estrenos del verano, sin tener que negociar ni tener que hacer concesiones. Nos propusimos hacer valer la democracia y la libertad: si escogíamos una que a alguno de los tres no le pareciera atractiva, el inconforme podría irse solo, a otra sala de cine a disfrutar de la película de su predilección. Elegimos por decisión unánime,  Inception de Christopher Nolan porque es un filme que combina la acción y la ciencia ficción.  Aunque personalmente, la ciencia ficción jamás me ha interesado,  el tema de Inception me pareció apasionante desde el principio: los sueños y su manipulación. El protagonista Dom Cobb interpretado por Leonardo DiCaprio, es un invasor de mentes y el centro del filme se enfoca a la desafiante tarea de implantar una idea en el subconsciente de un hombre para que, al despertar, actúe como si fuera propia y la ejecute.

Mientras disfrutaba de la película, me preguntaba si uno podría compartir los sueños con más gente, como plantea la historia del film ¿sería yo capaz de averiguar cosas que otros tratan de ocultar, o corro el riesgo de ser traicionado por las imágenes y por la geografía de mis sueños? No sé. Creo que parte de la condición humana es mantener esa sección de la mente completamente privada. La idea de que alguien me lea la mente, o bien de que alguien pueda tomar cosas del cerebro mientras sueño, es una idea que me resultó tremendamente aterradora.

La película me dejó pensando: ¿dónde y cuándo había leído sobre ese tema? Aunque novedoso, se me hacia conocido. Al salir del cine y subirnos al carro, uno de mis hijos propuso que  “siguiéramos la rumba”. Fuimos al Flanigans a tomar un par de cervezas, al llegar pedimos una cubeta de Budlights aprovechando que el Happy Hour estaba empezando; emocionado por el intercambio de impresiones sobre Inception, pedí al centro, un platón de veinte alitas de pollo, bañadas en una picante salsa Búfalo; al engullir la primer ala, mi pensamiento voló sin razón alguna, hacia la escritura de Jorge Luis Borges, el escritor argentino. Sí, ese era el referente que yo buscaba; yo sabía que el tema de Nolan no era nuevo para mí, y recordé que para este escritor, la literatura no es más que un sueño dirigido; la lectura de Borges, me hizo en su momento, internarme por textos llenos de laberintos lúdicos, producto de su onirismo y de sus utopías. Borges es un escritor que se sueña y que sufre una especie de desdoblamiento en el que emergen muchos otros, o un otro que se observa, sin saber quién es, ni de dónde viene, pero que se ve, se reconoce y se comprende: “seré el otro, que sin saberlo soy, el que ha mirado ese otro sueño, mi vigilia” dice Borges en su poema El Sueño; recordé también su poema maravilloso titulado “Borges y yo”, publicado en 1960, en El Hacedor, que leí cuando tenía dieciséis años y que me mantuvo insomne por varios días fascinado con las posibilidades infinitas del desdoblamiento y de los sueños:

Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro. No sé cuál de los dos escribe esta página.”

Esa noche, regresé a mi casa y traté de dormir; no pude, el insomnio vino de nuevo a mí, pero en esta ocasión no fue por el efecto de la película ni por la reflexión de mis recuerdos sobre la lectura Borgiana; fue por  el ardor del estómago, producido por las picosas alitas bañadas en salsa búfalo lo que me mantuvo despierto toda la noche; al día siguiente amanecí de mal humor, no por la desvelada, sino por el inútil motivo que la causó…

 

 

 

 

1 comentario:

  1. Amigo mio, pinches alitas traidoras!

    debo decirte que me paso lo mismo despues de ver la película. No porque el tratamiento en la pelicula me haya impresionado. Mas alla de lo visual, la encontré hueca, sin alma, sin fondo. Un depsliegue técnico impresionante pero sin contenido. Al tratar de buscar referentes que "nutrieran" esa idea yo caí en Buñuel y sus impresionantes planteos de lo onírico: La Edad de Oro, Viridiana, Bella de día, Nzarín...

    Creo que si algo bueno provocó en mi esta película es mi interés por ver de nuevo esas películas. Eso haré. E intercalaré a Borges, siguiendo tus sugerencias.

    Ah, y por nada del mundo incluiré alitas asesinas. Ese plato puede acabar con cualquier sueño.

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