Caminar erguido no era fácil…me dolía la espalda y sentía que me faltaba el aire. La humedad y la falta de oxigeno me hacían toser y me inundaba la imperiosa necesidad de salir corriendo. La voz del guía con un Ingles casi inentendible se perdía entre los túneles. Ahora entiendo por que los americanos fueron tan erráticos en la Guerra allá en Vietnam: construyeron su base militar ahí mismo, en Dia Dao Cu Chi, sin saber que el enemigo vivía abajo, en el laberinto subterráneo.
Había llegado a Saigón, ahora llamada Ho Chi Minh City hacia dos días. Las veinticinco horas del trayecto Miami-Atlanta-Seúl-Bangkok-Saigón habían hecho estragos en mi espalda. Caminar encorvado por aquellos túneles de Cu Chi hacían que el dolor muscular fuera más intenso. Entrar al mundo del subsuelo tampoco había sido sencillo. Los orificios para ingresar median 35x45 centímetros, cubiertos por rejillas que a su vez eran disimuladas por la vegetación. Este inframundo albergo a más de diez mil vietnamitas durante la infame guerra americana. Más de 220 kilómetros de túneles fueron construidos por los habitantes, cavando con palas de mano, 6, 8 y 10 metros bajo tierra. Ahí desarrollaron tiendas de ropa, fabricas de armas, casas, cocinas, dormitorios, hospitales, mercados, salas de juntas, sitios inimaginables con ingeniosos mecanismos de ventilación y salidas de emergencia. Edificaron también pasadizos secretos, verdaderos laberintos para proteger las vidas y esquivar las bombas del enemigo. Veinte minutos de recorrido fueron más que suficientes. Salí de los túneles Cu Chi con la espalda y el corazón adoloridos. El monstruo de la guerra había devorado a la población vietnamita: más de dos millones murieron y cientos de miles quedaron en orfandad. Una guerra injusta en donde el empleo de la fuerza aérea utilizada para bombardeos masivos causo atrocidades. El uso de armas químicas, Napalm principalmente, mutilo a cientos de miles. La aplicación del “ agente naranja” un defoliante agresivo, devasto los campos de un país eminentemente agrícola.
Recorrí sin prisa, en el exterior, los campos de arroz que ahora inundan la región reforestada. Mi espíritu estaba dolido por el recuerdo de tanto sufrimiento inútil. Afortunadamente el viento tibio soplo acompasadamente, moviendo los arrozales y meciendo mi espíritu. Era una mañana soleada de octubre y de pronto, una densa nube cubrió el cielo vietnamita. Esa repentina sombra me hizo levantar los ojos y allá arriba, vi una paloma en libertad atravesando el horizonte de norte a sur.
Henry Kissinger, ex Secretario de Estado de EEUU participó en las negociaciones de paz con Vietnam. En 1973 recibió el Premio Nobel de la Paz junto al representante norvietnamita Le Duc Tho por los acuerdos alcanzados para poner fin a tan cruel guerra. Dado que el conflicto bélico se prolongaba a pesar de los acuerdos de paz, Led Duc Tho renunció al premio. Sin embargo, Henry Kissinger prefirió conservarlo. Obviamente en la conversación con el Sr. Kissinger, no fue un tema que quise abordar. Recordemos que siempre es conveniente tomar en cuenta las más elementales precauciones…
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