Ella le ofreció una copa de vino…El dejo el cigarro y la beso en la boca…con la mano izquierda acarició hábilmente su falda veraniega de flores blancas y rojas que marchitas obedecieron al impulso amoroso. El traia un sombrero de paja y un pantalón de loneta gris; ella joven y dulce, llevaba una camiseta blanca de algodón crudo. Aquellos amantes furtivos parecían salidos de una pintura de Claude Monet. Faltaba únicamente el mantel rojo y blanco, para completar aquel cuadro de "Una tarde a la orilla del Sena".
El paseo por el Rio Sena era una excelente alternativa para aprovechar mi tiempo en Paris. Al comprar el boleto y subir en aquella embarcación repleta de turistas, recordé la frase del escritor francés Emile Zola: "En sus aguas, el Sena refleja las alegrías y las penas de los parisinos" y pensé en las pequeñas y grandes historias que se habrían entrecruzado en aquel sitio. Pense en Juana de Arco, quemada en la hoguera en 1432, sus cenizas fueron esparcidas justamente en esas aguas; pensé en el deseo póstumo de Napoleón, de ser sepultado a la orilla del Sena; pensé en los Jacobinos y los Girondinos luchando en esa ribera en guerra fraticida; pensé en Jean Paul Marat, asesinado cerca del rio, por liderar a los humildes.
Aquella tarde cuando el sol aun dudaba entre irse o quedarse, enterré mi mirada en las aguas del Sena; yo oía su paso leve. Empezó un fluir de apariciones y resurrecciones. Los últimos destellos del sol errante de Paris se reflejaban en sus aguas, y el paseo por el Sena me presentaba una mesa opulenta: majestuosos monumentos, vetustos edificios , fuentes surtidoras, puentes legendarios, testigos de la grandeza de Francia. El brillo del agua me llevo nuevamente a un manar de evocaciones: pensé en la Revolución Francesa, en el periodo llamado el Reinado del Terror de 1793 a 1794, caracterizado por la represión brutal de los revolucionarios. Robespierre, su líder, tuvo la osadía de expresar: "El terror no es mas que la justicia rápida". Mas de cuarenta mil franceses fueron ejecutados en la guillotina durante los once meses que duro el periodo mas oscuro de ese país. Finalmente evoque el movimiento de los Comuneros en Paris, guerra a muerte, casa por casa, ventana por ventana, ocurrida a orillas del Sena, hasta hacer retroceder al ejercito insurgente, por parte del pueblo francés, harto de la hambruna y enfurecido por el traslado del poder a Versalles.
"En Francia aun hay nostalgia por la guillotina", dijo Robert Badinter, en nuestra conversación, ocurrida en una entrevista televisiva, hace unos años en México. "Desafortunadamente hay todavía políticos e instituciones que valoran la pena de muerte como medida necesaria en circunstancias especificas, como la guerra o el terrorismo". En la administración del Presidente François Mitterrand, Badinter fue designado Ministro de Justicia, y entre sus logros más sobresalientes esta la abolición de la pena de muerte en Francia, aprobada por el Congreso en 1981. Badinter ha servido como mediador, específicamente en la región de Europa del Este para la resolución de conflictos entre estos países. Fue el promotor de la Convención de Estocolmo en 1992. Actualmente es Senador del Departamento de Sena, en Paris.
Mi paseo por el Rio Sena llegaba a su fin. Debía bajarme en la parada de la Torre Eiffel, punto en el que había abordado. Había captado con mi cámara algunos puentes, edificios, e iglesias. De pronto una imagen me conmovió: allá, en la orilla del Sena, una pareja disfrutaba, bebiendo su amor de un mismo rio. Ella le ofreció una copa de vino…El dejo el cigarro y la beso en la boca…
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