La negra sotana le cubría la amplia barriga que se expandía sin pudor alguno; su boina del mismo color le protegía del inclemente sol toscano. Tendría unos sesenta años y su voz, acostumbrada a hacerse oír, retumbaba entre las baldosas de la plaza. "Hace tiempo que no te veia" dijo el cura. "He estado muy ocupado" replico su interlocutor con un acento napolitano inconfundible. De cabello entrecano, bajo de estatura, en los tardíos cincuenta, el hombre vestía una camisa de cuadros y un pantalón oscuro, y llevaba una bolsa de cartón de la Galería Flora Bigai. "Fuiste a la exposición, verdad?" atajo de nuevo el cura. "Si, compre una litografia de Maraniello" respondió el hombre. Las campanas de la iglesia interrumpieron el dialogo y el cura se despidió apresuradamente. El hombre se dejo caer en una banca y exhalo un suspiro de alivio.
Había llegado yo a Lucca el día anterior. Antes de visitar la casa en donde vivio su exilio Dante Alighieri, ubicada a unos cuantos metros de aquella plaza y de la iglesia, recorrí sin prisa, los cuatro kilómetros de murallas que protegían aquella ciudad medieval, cuna de la civilización etrusca, fundada a una orilla del mar Tirreno en el año 180 AC. Era casi mediodía y tenia sed. Pedí una pequeña botella de agua Pellegrino y me sente a beber y a disfrutar la fachada de la Iglesia de San Michele situada frente a mis ojos, construida en el siglo XII, bajo un estilo gótico depurado, cuando la voz potente del cura barrigon me distrajo de mis cavilaciones. Bebí mi vaso de agua hasta el fondo, suspire también, contento de que la voz inquisidora del cura hubiera desaparecido y me puse en marcha, dichoso de tener la oportunidad de recorrer aquel pueblo, cuyo tiempo pareciera haberse detenido, como una evidencia de la arbitrariedad de los días, los meses, los años. Después de todo, quien fija al tiempo? El tiempo es solo un juego, y somos nosotros los que lo definimos y no al revés.
Años más tarde, y en Monterrey, México, conocí y converse con Giovanni Sartori el extraordinario escritor florentino, con motivo de la publicación de su obra Homo Videns, y le pregunte su opinión sobre el pintor y escultor napolitano Guiseppe Maraniello, cuyas muestras de pintura y escultura parecían ir al alza en los mercados del arte en el mundo. Sartori lo definió como "el hombre-contradicción". Maraniello reúne en cada obra elementos intertextuales opuestos y disparatados. Usa diversos materiales, texturas, colores, temperaturas, " y lo más sorprendente", dijo Sartori es que "jamás aparecen forzados". El arte en Maraniello es un espejo de la búsqueda silenciosa del alma y sus obras son el mejor ejemplo vivido de que la experimentación debe siempre llegar al equilibrio. Tiempos y espacios en su obra no se agreden, sino que se reconcilian.
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