Jose Luis Cuevas tiene ojos de gato. Se sabe atisbado y deja que su interlocutor se acerque sin preocuparse por la distancia de huida. Confía plenamente en sí mismo, y en sus zarpas. Su rostro acusa ese narcisismo maravilloso que lo empujaría a plasmarse una y otra vez en sus autorretratos. Cuevas ha practicado la reinvención de su figura antes que Madonna. Es el gran maestro del valor de su propia marca. Cada dibujo, grabado y escultura muestran una nueva ruta en su camino artístico. Sus happenings le atrajeron notoriedad y supo siempre capitalizarla en beneficio de su actividad artística. Ha sido un rebelde que enfrento el realismo social en México y uno de los iniciadores de la rebelión neofigurativa en el plano internacional. Con su obra se convierte en relator gráfico de la soledad y la angustia que acompañan al hombre en los grandes conglomerados urbanos.
La conversación con Cuevas me dejo un grato sabor de boca, porque me demostró que el felino era capaz de amar y ser devoto de su compañera Bertha, quien vivía sus últimos días, víctima de cáncer.
Por que te rapaste, Jose Luis? Le pregunte de tajo. -Me rape por solidaridad con Bertha, dijo quedito, y sus ojos de gato se humedecieron.
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