lunes, 1 de abril de 2013

Siempre de parte del muerto...

Estaba sentado en el presídium bajo la luz amarillenta; apoyaba en sus manos sobre la mesa, para mantenerse erguido y  tenía el semblante adusto; se le veía extremadamente delgado,  tenía la palidez de un fantasma de esos que se asoman en las esquinas de la vieja ciudad de Cartagena. Llevaba un traje color crema de lino crudo, una camisa celeste de ceremonia y una ancha corbata de franjas diagonales en colores vino y azul que le daban la apariencia de un marinero lánguido; su bigote era abundante y blanco, como de mosquetero altivo y sus lentes brillantes se le incrustaban como crustáceos en su nariz aguileña; lo único que delataba su estado de salud, era su piel cansada y reseca. Yo me pasé las tres horas que duró aquella ceremonia interminable contemplándolo y recordando palabra por palabra, el comienzo magistral de su novela: “muchos años más tarde, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde remota en que su abuelo lo llevó a conocer el hielo”. No he leído hasta ahora, el inicio de un relato que maneje con la arbitrariedad maestra, los juegos del tiempo en la narrativa.

 

Acudí a la ceremonia de la entrega del Premio para un Nuevo Periodismo patrocinado por CEMEX con una sola intención: estrechar la mano de Gabriel Garcia Marquez y buscar a como diera lugar, la forma de llegar a un acuerdo para formar una alianza entre su Fundación, el Tec de Monterrey y el Banco Mundial.  Mi idea era dar capacitación a los periodistas latinoamericanos, utilizando el renombre y la capacidad para lograr que los colegas del escritor colombiano más famoso del mundo, estuvieran dispuestos a dar capacitación; el Tec aportaría la experiencia en el uso de las tecnologías y en Banco Mundial, los recursos para otorgar becas a los participantes. Había escrito yo  previamente un proyecto escueto de tres páginas y no me llevaría más de cinco minutos exponerlo al escritor, si es que encontraba la oportunidad;  sin embargo, por dentro me decía a mi mismo que ése, no era el lugar ni el momento. Interrumpí mis cavilaciones al oír de pronto un aplauso estruendoso. Un periodista uruguayo se había llevado el máximo galardón otorgado por la Fundación Garcia Marquez en una de las varias categorías del premio. Inmediatamente después de la entrega de reconocimientos, habría un banquete en honor del escritor y los premiados, al cual yo no estaba invitado.

 

Al terminar la ceremonia, Nina Zambrano, Directora del Museo MARCO, sitio que albergaba aquella ceremonia, me presentó gentil y generosamente con el escritor. Estreché su mano y la sentí delgada, cordial y tibia. Enfundado en aquel traje caribeño, Gabo era la elegancia personificada. Afable pero parco, me saludó y se volteó inmediatamente después a preguntarle algo a su mujer, Mercedes Barcha, quien caminaba a su lado; y ahí terminó mi interacción con el ganador del Nobel de Literatura. Sin embargo, atrás de la pareja, caminaban Jaime Garcia Marquez, hermano menor del escritor y Jaime Abello, Director Ejecutivo de la Fundación. Me retrase a propósito, para acercarme a saludarlos y sin mayor preámbulo y les dije:” soy Luis Alvarado del Tec de Monterrey; leí los artículos de todos los concursantes y hay uno de un periodista colombiano que no ganó, pero que me pareció superior, por la oralidad y la frescura de su lenguaje, que recrea el habla de los niños bogotanos a  pesar de manejar un tema tan serio, como es el asesinato de jóvenes y niños, perpetrados por los grupos paramilitares” .

 

Jaime Abello replicó de inmediato: “no ganó pero estuvo a punto.” “De haber ganado, hubiera sido un premio póstumo, porque el periodista acaba de fallecer” afirmó Jaime Garcia Marquez. “Ah, pues con mayor razón –apunté; como dice  tu mamá, Jaime: hay que estar siempre de parte del muerto”. Jaime Garcia Marquez soltó una carcajada sonora; “es cierto, eso dice mamá; pero como lo sabes?” me preguntó Jaime clavándome inquisitivamente sus ojos; “lo sé porque así lo afirma Gabo en su novela Crónica de una muerte anunciada; incluso en una episodio de ésta, apareces tú, de niño, agarrado de la mano de tu mama, una mañana en que se dirigían a comprar carimañolas”. Efectivamente, dijo Jaime…vaya con tu memoria prodigiosa; yo ya había olvidado ese incidente”. Y ese comentario mío  fue suficiente motivo para que surgiera una chispa de simpatía entre nosotros, sentimiento que me llevó al día siguiente a reunirme con Gabriel Garcia Marquez a tomar un café, en el hotel Intercontinental de Monterrey, sitio en donde se hospedaba el escritor y su hermano Jaime.

                                                                                                       Continuará….

 

 

 

 

 

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