lunes, 27 de febrero de 2012

Adele, someone like you...

Never mind, I'll find someone like you
I wish nothing but the best for you too
Don't forget me, I beg
I remember you said,
Sometimes it lasts in love but sometimes it hurts instead

                                                                                                              Adele and Daniel Dodd Wilson.

 

 

La pregunta con la que amanecí este sábado fue: ¿Habrá alguna relación entre nuestro nombre y nuestro destino?¿Qué hay de mágico o importante en nuestro nombre de pila? ¿Cuál es la herencia del significado de mi apellido y cómo impacta la vida de mis descendientes? ¿Cómo influyen mi nombre y mi apellido en mis éxitos y fracasos? La ciencia que estudia la influencia de los nombres en nuestra vida se llama Acrofonología y está muy ligada a la Astrología. Es una sabiduría derivada de la Kabalá que estudia el significado de las palabras contenidas en el Antiguo Testamento. Seguí paso a paso las instrucciones de esta ciencia para analizar mi nombre y finalmente, después de varias horas de investigación, concluí que efectivamente, pudiera haber relación entre los significados de las letras que integran mi nombre y muchos de los acontecimientos que he vivido. Siguiendo con esa línea de pensamiento, si fuera cierto lo que la Acrofonología dice al señalar que nombre es destino, parece de una lógica impecable que una mujer llamada Laurie Blue tenía que dedicarse por fuerza a cantar. La mujer en cuestión es Adele Laurie Blue Adkins, conocida sencillamente como Adele.

Es curioso a la hora de investigar sobre esta cantante, que su mérito artístico suele medirse más con números y estadísticas que con los sentidos y la intuición. Si a resultados numéricos nos atenemos, concluimos que Adele es una cantante de éxito monumental. Y en ese sentido, no deja de ser interesante que la parte más sustancial de la información que en la red y en los medios circula a su respecto se ocupe mucho más de las cifras y los récords que del contenido textual y musical de sus canciones, o de su voz. Empezar con los números básicos que definen sus logros es relativamente fácil, a lo que ayuda el hecho casual de que sus dos primeros álbumes llevan por título sendas cifras: 19 y 21. Dos Grammys por el primero, seis por el segundo. Es lo que se llama progreso profesional espectacular. Pero profundizar en la numerología de Adele puede convertirse en un ejercicio laberíntico. Por ejemplo: las publicaciones especializadas informan que en este mes, Adele se convirtió en la primera solista femenina en tener simultáneamente tres sencillos en el Top 10 del Billboard Hot 100, así como la primera artista femenina en tener dos álbumes (es decir, toda su discografía hasta la fecha) en el Top 5 del Billboard 200, así como dos sencillos en el Top 5 del Billboard Top 100 simultáneamente. ¿Queda claro? Si lo menciono es porque me parece muy significativo que una parte sustancial de la atención que se dedica a Adele tiene mucho más que ver con su calidad de fábrica de dinero que con su esencia de compositora e intérprete.

Muchos de los comentaristas que en buena hora dedican más atención a la música de Adele que a sus estadísticas suelen enfatizar la columna vertebral de blues que, supuestamente, recorre sus canciones. A riesgo de contradecirlos, me parece que la filiación de Adele está cabalmente más del lado del pop que del blues. Lo que es más extraño aún es el hecho de que continuamente se le compara con Amy Winehouse, y no ha faltado quien afirme, incluso, que Adele es la heredera de la recientemente fallecida blusera. Creo que se equivocan. La Winehouse tenía no sólo una voz mucho más interesante e inquietante, sino que en sus canciones se atrevía a explorar rincones terribles y oscuros de su alma a los que Adele aún no se ha asomado; quizá lo haga cuando sea una artista más madura. Ante la insistencia en compararlas, me pregunto si tal comparación es musicalmente válida, o se trata simplemente del hecho de que una jauría de periodistas y críticos está al acecho de Adele, esperando que tropiece y caiga como lo hizo Amy Winehouse, para darse un festín con sus restos. Después de todo, una vida personal relativamente sencilla y pulcra vende menos tabloides que una sucesión de tragedias in crescendo. Lo cierto es que ninguna figura pública merece esa clase de acecho, y lo cierto es también que Adele es una buena cantante, que ha hallado su voz y alcanzado muy temprano el éxito en su nicho de audiencia del pop. Independientemente de que me trastorne o no, deseo que esta cantante continue sin tropiezos y le haga honor explorando su apellido, el Blue para regocijo propio y de muchos...

 

 

 

 

 

 

 

 

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