domingo, 16 de octubre de 2011

Llamame!

Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que escuché por parte de algún amigo una petición que antes era tan común: “échame un telefonazo”. Llamar por teléfono es una acción tan pasada de moda como enviar una carta escrita a mano, pegarle un timbre y echarla al buzón; ¿quien llama a estas alturas? Tal vez los padres, los abuelos, los jefes o los que hacen tele marketing. ¿Para que usamos nuestros teléfonos inteligentes? Para navegar y textear. “Textear es menos riesgoso” me dijo uno de mis alumnos. “Cuando hablo la voz me tiembla, las palabras se me atoran, la respiración me traiciona, los silencios me delatan” agregó; otro dijo: “no llamo porque eso me consume mucho tiempo”; una alumna me dijo sonriente: “yo no llamo porque tengo un plan telefónico de llamadas bastante limitado y me sale caro excederme en llamar”; lo cierto es que actualmente el acto de llamar por teléfono se ha re-codificado: es considerado algo intrusivo, invasivo, inoportuno y más aun, es un hecho comprometedor.  Actualmente dispongo de cinco maneras de ser encontrado por mis amigos, familiares y alumnos: teléfono, Skype, instant messenger, redes sociales y correos electrónicos. Ante tanta disponibilidad, confieso que como los jóvenes, he desarrollado el arte de la ambigüedad; en mis textos digo lo menos posible; he desarrollado lo que llamo una “economía del lenguaje”; por supuesto, he dominado el arte de usar emoticones, signos de puntuación  y siglas que antes eran casi incomprensibles para mi, tales como LOL, 2G2BT, BBB, WTF, :P, entre otros; he aprendido a tantear el terreno con textos, si no hay respuesta por parte de mi interlocutor, afortunadamente no tengo que despedirme, nomas me desaparezco y ya.

Al parecer, somos sujetos temerosos de las ataduras y a sentirnos comprometidos. Y, según observó Zygmun Bauman en su libro Vida de Consumo (Fondo de Cultura Económica, 2007), amamos las redes electrónicas porque llegan con un dispositivo de seguridad incluido: la posibilidad de desconexión es instantánea, inocua e indolora. Si la pregunta que me hace el otro es incómoda, o de plano no me conviene responder, me “sordeo”, me desconecto y listo. ¿Es que ahora las nuevas generaciones no hablan por teléfono? Ya no, en definitiva han encontrado un nuevo código de comunicación,  primordialmente por la economía del tiempo. Un SMS o un What's App nos ahorran el saludo, la introducción del tema, y la intromisión en la vida del otro. Un mensaje es una comunicación diferida, breve y telegráfica, que nos permite ser directos, sin sentirnos maleducados. Textear incluye la enorme ventaja de disponer de un margen de maniobra que carecemos en una conversación en la que los minutos de reflexión se convierten en silencios incómodos que revelan mucha información sobre nuestra postura. Y sí, hablar es peligroso. Una llamada puede delatar si te acabas de despertar, si estás en casa con amigos y te has bebido una copa, si has llorado o si estás impaciente por terminar la conversación. Muestra mucho más de uno mismo.

Algunos de mis alumnos y amigos reconocen que se dan el lujo de no contestar en esos raros días en que el teléfono suena. Estas son sus razones: "dado que hay identificador de llamadas, sabes quién llama, y uno evita a la gente que habla mucho, porque tienes que disponer al menos media hora en una conversación". Otra excusa es:"No respondo porque no tengo ganas de discutir, sé muy bien que la persona que me llama me hará drama y no estoy en drama mood". Inclusive, podemos argüir que no respondemos la llamada porque la persona "Espera que le de una respuesta concreta y no la tengo". "Prefiero el chat - dicen la mayoría de los jóvenes-  porque soy multitasking y mientras hablo puedo seguir con mis cosas, una llamada exige dedicación exclusiva". La diferencia entre llamar por teléfono y enviar un mensaje de texto o chatear es la misma que existe entre  "estar relacionado" y “estar conectado”. Las conexiones se ocupan sólo del asunto que las genera y dejan a los involucrados a salvo, protegiéndolos de todo compromiso más allá del mensaje enviado o leído. Las conexiones demandan menos tiempo y esfuerzo para ser realizadas y menos tiempo y esfuerzo para ser cortadas. La distancia no es obstáculo para conectarse, pero conectarse no es obstáculo para mantener la distancia. En fin, con esta idea concluyo, y si tienen algún comentario, por favor, llámenme…  

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario