lunes, 12 de julio de 2010

Io sono l'amore.

Io sono l’amore” (Yo soy el amor) es una película sublime, desafiante de principio a fin y perteneciente al linaje más glorioso del cine italiano. Una inesperada y temeraria joya de autoría doble: del director Luca Guadagnino y de la actriz Tilda Swinton, co-productora de la cinta. La cinta presenta el desmoronamiento de una familia de la clase alta milanesa, al estilo Visconti y por supuesto es evidente la influencia de Antonioni.  Se dice que Guadagnino y Swinton tardaron siete años en concluirla, producto de un trabajo perfeccionista y que pasaron incontables horas de trabajo, discutiendo en la sala de edición. "Io sono l´amore" es cine de planificación milimétrica, de cuidadísimos encuadres, de imponente sensualidad visual. Cada secuencia está planteada con una delicadeza casi pictórica. Ocasionalmente, la cinta acusa cierta tendencia al exceso de coreografía. Toda esa cuidadísima armonía visual responde, quizá, a una sobreprotección del drama, en el sentido de que Guadagnino trabaja con niveles de intensidad en ocasiones demasiado barrocos, y en otras, demasiado pautados.

La película plantea la enfática disfuncionalidad del clan Recchi, una familia perteneciente a la “creme de la creme” de la aristocracia industrial del norte de Italia que domina las pasiones enlatándolas para templar y “dirigir” manteniendo la distancia, pero siempre infalible y adecuadamente el carácter de todos sus miembros. Guadagnino crea una atmósfera turbia, de emociones al límite que nunca se desbordan más allá de la discreción y la sugerencia. He ahí donde radica el mejor argumento de "Io sono l´amore". La película inmortaliza el retrato coral de una dinastía oligárquica cohesionada en torno a modelos solidaridad y lealtad arcaicos. La voluntad del clan devora la humanidad individual de sus miembros aplastados por el espejismo frívolo del poder y la apariencia. Es una película inolvidable, para verse más de una vez…

 

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