martes, 13 de abril de 2010

Yesterday

 

Why  she had to go I don’t know

She wouldn’t say

I said something wrong now I long

For yesterday…

 

Anoche te soñé joven, grácil y bella; vi tu piel morena aceitunada, tu cintura estrecha, tu sonrisa amplia y tu pelo azabache brillante. Prendido de tu mano  aprendí a degustar el sabor de la vida buena y  a paladearla como se saborea una pieza de pan dulce durante la merienda en una tibia tarde de Mayo; tú y yo vimos siempre la vida a través del mismo ángulo, con los mismo colores y con las mismas ganas. Fuiste tú  la que me empujo a dejar la casa, y  la que me invitó a desplegar las alas. “Esta noche te vas a Monterrey; allá vas a estudiar” me dijiste sin contemplaciones, en aquel tono que conocía bien y que no admitía dudas ni resabios. Y esa noche me fui con una maleta y mis sueños bajo el brazo. “Vuela alto, hijo; tú fuiste hecho para volar”. Asome mi cara por la ventanilla del autobús y como un pañuelo de adiós, vi tu mano moverse, vi tu sonrisa y tus ojos diáfanos. Atrás quedaron mis memorias de niño.

Hoy recuerdo aquel día de verano en que me llevaste a conocer el mar; apuntando hacia aquellas ondulaciones color turquesa me dijiste que la vida era así, como el mar: “a veces te trae cosas buenas, otras veces trae malas, pero siempre trae cosas; sin embargo, tarde o temprano se las lleva; por eso, disfrútalas”. En tu lecho de muerte, un día antes de partir me acerque a tu oído para cantarte una canción que pudiera arrullar tu sueño, como tú lo hacías cuando me acostabas amorosamente en las noches, en mi cama. A pesar del  infarto cerebral que te dejo muda e inmóvil, pudiste mover solamente el dedo índice y con él, llevar el ritmo de mi canción. Te vi escurrir una lagrima en tus ojos y supe que aunque no podías hablar, me escuchabas. Quería decirte tantas cosas ese día: que me llevaras en tus sueños, que me hicieras soñar tu sueño; quería que movieras tus manos afectuosas y untaras mis ojos con aceite, quería conocerte mas y mas para conocerme yo mismo. Mama, me diste el ritmo de la vida a mi alma y hoy que cumples diez años de haber volado al cielo, te escribo esta nota, cantándote en silencio esa nuestra canción que nos cantamos siempre: Yesterday, de Paul McCartney. ¿Sabes, mama? Hace poco me entere que McCartney la escribió precisamente poco después de la muerte de su madre…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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