sábado, 13 de febrero de 2010

Paloma...

Vi en sus ojos negros una chispa de emoción y el vestigio de una lagrima que se quiso asomar cuando le hable de mi devoción por su padre: "tu padre fue un ser excepcional, un revolucionario de las artes plásticas del Siglo XX; desde niño le seguí la huella leyendo incansablemente sobre él. Me pasaba el tiempo viendo imágenes de sus pinturas cubistas, de las esculturas neofigurativas, de su cerámica artesanal, e incluso de algunas de las escenografías que hizo para ballets; leí también sobre El Greco, Cezzane y Toulouse-Lautrec al conocer que tu padre reconocía la influencia de los tres; tu padre combinó en su obra el amor, la política, la amistad, y en una sola palabra, un exultante goce por la vida; para mí, el más grande de los artistas es Pablo Picasso". Paloma me oyó hablar sin chistar y yo me enterré en su  mirada…

 

Llegue a Chicago proveniente de una gira por pequeñas comunidades en Illinois. Había sido invitado como conferencista por un Consorcio de Community Colleges del estado para impartir charlas en las escuelas que formaban parte de la agrupación. Finalmente llegue a Chicago a descansar un par de días antes regresar a casa. Decidí consentirme y hospedarme en aquel hotel céntrico y maravilloso, The DoubleTree Hotel, ubicado en 300 E Ohio St. en el corazón de The Magnificent Mile; al llegar a mi habitación, después de haber recorrido y hablado frente a más de quince grupos escolares, dormí más de diez horas aquella noche. A la mañana siguiente,  después de bañarme y vestirme, salí a almorzar a Spaggia en donde comí una deliciosa ensalada de arugula, con aceitunas Kalamata, pepperocini y rociado con vinagreta; posteriormente pedí unos Ravioles rellenos de queso Ricotta, bañados en una salsa ligera Pesto-Alfredo con un toque de Marinara, y una copa de vino tinto Travaglini Gattinara; al salir, camine por la Magnificent Mile aprovechando el viento fresco de la primavera y me detuve en los aparadores de algunas tiendas boutique ubicadas a los costados de aquella milla magnifica: La Casa Prada, Gucci, Bottega Veneta, Bulgari, Tiffany y varias más. Después decidí regresar al hotel y dormir la siesta.

 

Abrí los ojos con dificultad y vi el reloj: eran casi las siete de la tarde; me lave la cara y vestí para salir a tomar una cerveza al Billy Goat Tavern, un bar legendario frecuentado por los mas celebres periodistas del Chicago Tribune y después cenar por ahí cerca en un restaurant de comida mediterránea; al salir del elevador para cruzar el lobby hacia la salida de aquella puerta giratoria de cristal y latón dorado, la vi sola, sentada en uno de los sillones mullidos; parecía una figura salida de una pintura post-renacentista y luminosa: llevaba un traje sastre color verde esmeralda, un sombrero grande del mismo color, con una banda rosada  y un collar de enormes perlas y brazaletes y anillos dorados y rosa; sus cejas delineadas y sus labios pintados intensamente de color rojo bermellon le daban un aire de dignidad y altivez. Sin dudarlo, me senté a su lado e inicie el dialogo y al poco rato conversábamos como si hubiéramos crecido juntos. Le hable en Español, sabiendo que al menos, lo entendería y así fue; me respondió en un impecable Castellano. Charlamos por más de veinte minutos, rememorando vida y obra de su padre, el gran Pablo Picasso. "Tienes algún compromiso?" me preguntó de tajo. "No,- respondí- ninguno". "Acompáñame, hay un desfile de modas en Bloomingdale's sobre mis accesorios". Acepte encantado y al subir a la elegante limusina que nos llevaría a la legendaria tienda de departamentos, sonreí hacia adentro,  pensando en que lejos habian quedado aquellas tardes azules de mi infancia allá en mi pueblo, en donde pasaba las horas largas, hojeando los libros que pedía prestados en la biblioteca pública, para leer sobre la biografía de  Pablo Picasso, sobre su obra y sobre su hija, Paloma…Me senté a su lado en aquella inmensa limusina y pensé que a veces, la vida nos lleva por caminos inusitados y supera a la ficción…  

 

 



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