domingo, 8 de noviembre de 2009

Duda de Otoño...

 

Entre irse o quedarse, dudaba el sol embelesado por los rojizos colores de aquella tarde de Otoño. El viento soplaba la hojarasca y arrancaba de los arboles suspiros; como hojuelas de maíz caían las hojas en cascada interminable. Mis pasos hacían crujir aquellas hojas envejecidas y después quedaba solo aquel polvo dorado, como trigo molido. Las calles de Omaha, Nebraska olían a manzana y canela; en los quicios de las puertas las calabazas amarillas cobraban vida y resplandecían ante los últimos rayos de aquel sol en agonía.

Entré en aquel restaurant que parecía haber sido construido a mediados del Siglo XIX; dos viejos barriles de madera resguardaban la entrada; a sus lados, manojos de mazorcas y espantapájaros le daban ese ambiente otoñal que invita a los clientes a buscar guarida; me senté en una mesa y una mesera rubia, de grandes ojos azules,  mejillas sonrosadas y pecosas me dejó un menú sobre la tosca mesa de madera de pino; era joven y regordeta, llevaba con alegría un inmaculado delantal de encaje blanco sobre un amplio vestido de cuadros verdes, rojos y blancos.  Era aun temprano para cenar, y aunque no tenia hambre, necesitaba energía para recuperarme de la fatiga del viaje de Fort Lauderdale a Omaha, así que pedí una una taza de té caliente y un trozo de pastel de limón. Las mesas aledañas seguían vacías, esperando a los comensales que pronto empezarían a llegar.

Reanimado por aquel aromático te de manzana verde, y después de saborear el agridulce sabor del pastel cítrico, pague rápidamente la cuenta y me encaminé a disfrutar de aquella fiesta de Otoño; una brisa fría me atacó en la cara, en las manos, en mis pies y sentí el estertor de un invierno amenazante e inevitable. Al cruzar aquella calle de rojas baldosas, el viento arrebató con furia mi sombrero negro de lana; al recogerlo, vi las sombras de los arboles encendidos en la calle, difuminadas entre la luz de los faros de algunos autos escasos que deambulaban en aquel domingo de Octubre. Ya no había dudas, el sol se había marchado y una noche helada había ganado la partida.

 

 

 

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