Recuerdo de niño caminar por las calles polvorientas del pueblo, hasta llegar a aquella oficina de camiones de pasajeros, nuestro único medio de transporte, y ver aquellos autobuses inmensos, que me prometían el futuro. “Un día, tomare un Flecha Roja y me iré” me decía a mí mismo. El desplazamiento ha sido mi modus operandi y siento que mi viaje continúa y que no me detendré nunca.
La primera persona que me recomendó la vida nómada fue mi abuela. “Ya nomás que crezcas, tienes que irte del pueblo y echarte a rodar por el mundo; acuérdate: jamás te guardes lo que tienes ahí adentro, tienes habilidad para hablar y para escribir, Luisito” me decía. “No abuela, no me gusta hablar porque cuando hablo, los niños dicen que pareciera que tengo gripa” replicaba. “Déjalos, no les hagas caso, después de todo, la gripe no es una enfermedad, sino una condición del alma; tú no te preocupes y habla”. Dejé de preocuparme por mi voz nasal desde hace mucho tiempo, pensando que ésta refleja la emoción de los acatarrados y que aun estos, tienen derecho a expresarse.
Escribir fue un proceso que me llevó más tiempo; durante años sentía que al hacerlo, era como correr el riesgo de desnudar mi alma, y no estaba dispuesto a exhibirme; ni siquiera mis estudios doctorales de lingüística me libraron de tal aversión; fue el miedo a que los monstruos del olvido afectaran mis memorias lo que me impulsó a soltar la pluma y a arrimar el alma; es mi afán de exorcizar los fantasmas y a vencer la traición de la memoria lo que me mantiene escribiendo semanalmente. En mi escritura trabajo con cuchillos y permito a veces que algunos se me encajen. Estas heridas y sus efectos son más importantes que mis trucos del lenguaje: A veces quisiera decir a mi abuela:”No pasa nada, solo estoy sangrando".
Mi voz y mis letras confirman la enseñanza de los trovadores cátaros del siglo XII: las pasiones sean correspondidas o no, me inspiran siempre. Yo vivo de mis pasiones; hablo y escribo porque mi gran pasión es querer cumplirle a mi abuela. Sin embargo, en mi voz oral o escrita, no hay nostalgia por mi lugar de origen; admito que la Odisea se narra de modos distintos: Ulises vivió para regresar a Ithaca; yo no anhelo regresar a mi pueblo…
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