lunes, 22 de marzo de 2010

Practico

Humero me miro detras de sus anteojos con una mirada fija; “mis arepas son las mejores y las mas saludables de Bogota y sus alrededores” me dijo con certidumbre. “No llevan grasa, y se hacen con granos de elote fresco molidos diariamente; llevan mantequilla natural y no la margarina que contiene aceite hidrogenado que es casi plastico; el queso que le pongo encima, es queso bajo en grasas” agrego convencido de sus argumentos. Vi el letrero de “Arepas de Humero” desde la camioneta en que transitaba por las calles de Bogota y le pedi al conductor que se detuviera, para probar una de aquellas delicias. Eran las diez de la maniana y el hambre me impedia pensar.

“Quiero una arepa con queso” le dije al hombre que atendia el puesto y con una sonrisa adivinatoria me respondio: “Usted es Mexicano, verdad?” “Y usted, Barranquillero” le dije como respuesta. “Como supo?”respondimos los dos al unisono,  y a partir de ese momento se dio entre nosotros una cordialidad incondicional. Humero habia dejado la costa del Atlantico Colombiano para mudarse  a Bogota hacia cinco anios;  habia empezado aquel puesto de arepas en un local de tres metros cuadrados en un barrio de clase popular. Segun me dijo, la pulcritud extrema del local y la frescura de los ingredientes le habian hecho ganar clientela; hacia un anio habia comprado el supermercado anexo, llamado“Las Tres Elles”. La antigua propietaria, una viuda cansada y vieja le habia traspasado el negocio por una cantidad muy por debajo del precio real y Humero decidio usar un dinero, product de sus ahorros de cuatro anios de trabajo y pedir un pequenio prestamo al Banco, “para completar y reunir una cantidad digna para ofrecerle a la viuda” dijo Humero. Su hijo mayor se habia hecho cargo de atender el supermercado, mientras el barranquillero habia preferido seguir a cargo de la venta de arepas.

“Cuantas arepas vende al dia?” le pregunte . “Unas doscientas, mas o menos” respondio sin titubear. “Y los clientes tienen  que venir personalmente o tiene usted entrega de arepas a domicilio?” solte la pregunta como si nada y Humero abrio los ojos. “Nunca habia pensado en eso” respondio sonriente, “pero me ha dado usted una buena idea”. Mientras hablaba, cocinaba con destreza: habia abierto la arepa en dos, le habia untado mantequilla y le habia dado dos vueltas; posteriormente habia agregado abundante queso fresco y una vez derretido, Humero agarro habilmente la arepa con una tenaza y me la sirvio en un plato. “Espero que le guste” me dijo mientras me pasaba la arepa; “le puedo ofrecer una aguita helada de coco, cortesia de la casa?” me pregunto; “por supuesto” respondi emocionado. Humero saco un coco de la nevera, previamente le habia quitado la corteza y agarrando un cuchillo, le hizo una hendidura, coloco un popote y me paso aquella bebida refrescante y maravillosa. Mientras comia,sintiendo que en cada pedazo probaba un pedazo de cielo y en cada sorbo, bebia el agua magica del tiempo, vi a Humero escribir con un plumon de tinta negra sobre un cartoncillo blanco: “Se necesita joven Practico, para entrega de domicilios y oficios varios; traer hoja de vida”; al terminar de escribir, coloco el cartel inmediatamente en la pared de su local.

“Cuanto le debo?” dije al terminar mi desayuno; “Nada, porque usted me dio la idea de contratar a un practico” respondio sonriente . “En el centro de Mexico, al practico le llamamos “mandadero”, y mas antiguamente, le deciamos “propio”, por considerarlo como propiedad,  era parte del personal de servicio domestico que vivia en casa ” le dije al hombre; “Alla en Barranquilla le llamamos “practico”, porque usualmente son jovenes que practican, que estan aprendiendo un oficio” respondio Humero. “Me gusta mas ese sustantivo “practico” en vez de “mandadero” o “propio” porque todos, inclusive usted y yo debemos ser practicos o aprendices en esta vida y de por vida” le dije al despedirme y le extendi un billete de 20 pesos colombianos; “acepteme por favor el dinero, porque usted me ha enseniado el uso de una nueva palabra” y deje el billete sobre el mostrador. Antes de arrancar la camioneta, voltee a ver a Humero a traves de la ventanilla; ambos sonreiamos, satisfechos de nuestro aprendizaje, nos habiamos re-conocido; ambos eramos practicos…

 

 

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