lunes, 22 de octubre de 2012

Mineria de Datos y Mircosegmentacion


Hace poco me empezó a ocurrir que cada vez que entro a internet, recibo correos “específicamente” dirigidos a mí: e-mails que contienen anuncios de ofertas de Viagra y Cialis, otros ofreciendo descuentos en servicios funerarios y cremación, (cosa que para los extranjeros que mueren en estos rumbos, soluciona el problema de tener que pagar a precio exorbitante el envío del cuerpo al país de origen) anuncios de médicos que hacen implantes de cartílagos en las rodillas, información sobre pólizas de seguros que anuncian la protección financiera en caso de incapacidad y otros mas, dedicados a “ese grupo” al que irremediablemente pertenezco: a la generación “de la edad de oro”. ¿Cómo saben estas compañías mi edad, mi género, mi estado civil, mis necesidades, mis preferencias de compra, la ciudad en donde vivo? Muy fácil: a través de la minería de datos y más concretamente, a  través de la llamada micro segmentación.
La minería de datos es una rama de las ciencias de la información que utiliza complejos algoritmos y métodos estadísticos para identificar los patrones que puedan existir en las enormes bases de datos que hoy en día se acumulan gracias a las nuevas tecnologías. Se trata de convertir esa información en conocimiento útil para la toma de decisiones. En el mundo de la empresa privada, el data mining se usa desde hace tiempo y con gran sofisticación. El mensaje específico seleccionado que me llega exactamente, se desprende de una lista de posibles anuncios, y la máquina escoge cuál enviarme a partir de un cálculo que se nutre de información sobre quién soy yo (hombre, +50 años, casado, con hijos, que vivo en Boca Raton, Fl. en el area de Mission Bay, ubicado en el condado de Palm Beach), qué productos me gustan (que compro camisas de cuadros, con el cuello y puños de otro color, que me gustan las lociones cítricas, que tomo Café Americano con sabor avellana en Starbucks), qué hago en mi tiempo libre (que visito regularmente las páginas de El Economista y El Pais en la Red; que usualmente me gusta comer en restaurantes italianos después de correr, durante una hora en la playa) y esta información es extraída de una base de datos de personas con las mismas características, gustos y hábitos.
Toda esta información revela los patrones más comunes sobre las motivaciones que determinan una decisión de compra de mi comunidad. Ojo: tome nota de que ya no utilizo la palabra “segmento” sino comunidad, integrada por individuos que como su nombre lo indica, son in-divisibles y únicos; Así, la publicidad que usted recibe, se dirige específicamente a sus motivaciones, posibilidades y deseos. Esto es el microtargeting: apuntar micrométricamente no a un mercado indiferenciado, al público en general o al electorado en edad de votar, sino a segmentos muy específicos dentro de esas categorías en sus respectivas comunidades.
En Mercadotecnia Política estas tecnologías se han vuelto indispensables. Obama es un fuerte precursor del uso de las nuevas tecnologías; empezó a utilizarlas en las elecciones primarias de 2007 y luego a su campaña presidencial de 2008. Su candidatura atrajo a un número sin precedentes de jóvenes, novatos en política pero magos en el uso de Internet, específicamente de los vehículos emergentes de Web 2.0 que en aquellos años hacían furor y que ahora empiezan a enfrentar el declive: Facebook, Youtube y Twitter.
Harper Reed, un genio de la informática, de 33 años de edad y ex CTO de Threadless una exitosa empresa dedicada a la venta de camisetas on line, fue nombrado Chief Technology Officer de Obama y dirige la operación de data mining en la campaña electoral. Reed, es bastante “alternativo”: tiene varios tatuajes, su corte de pelo tiene un Mohawk prominente, y usa varios aretes y tiene varias perforaciones en el cuerpo. Personalmente nada de esto me asusta, pero debo admitir que su figura se deslinda del resto de “clean cuts” que integran el aparato de campaña de Obama. Reed ha montado la más ambiciosa y eficiente estructura tecnológica para saber a quiénes acudir, qué decirles y qué pedirles (su voto, una donación, los votos de sus amigos y familiares, hacer llamadas telefónicas, un coche para llevar a la gente a votar, etcétera). Indudablemente estamos viviendo un momento crucial en las tecnologías de información y la capacidad para convertir información masiva y desordenada en conocimiento que aporta votos; afirmo que esta serie de tácticas y estrategias de mercadotecnia digital, establecerá una gran diferencia en las votaciones durante la elección del mes de Noviembre.


lunes, 8 de octubre de 2012

Chavez: La vida cobra factura....


La semana pasada recibí via telefónica, dos invitaciones para participar en un programa televisivo de análisis político sobre las elecciones de Venezuela. Una de ellas era Univision; un exalumno mio acaba de convertirse en el flamante conductor de noticias de la emisión nocturna; la otra invitación era de un productor amigo mío que trabaja en SoiTV, una estación de televisión digital; ambos estudios televisivos están ubicados en el Doral (en el mero corazón donde radican miles de venezolanos exiliados por el régimen chavista). Dado que el contenido de los noticieros de Univision no me hace feliz, opté por aceptar la invitación de SoiTV. En punto de las seis de la tarde, dio inicio el programa y a continuación resumo algunas de las ideas que expuse en esta oportunidad:
1. Henrique Capriles Radonski ha logrado una hazaña sin precedente en la historia latinoamericana. Nunca un candidato opositor había conseguido unificar arrolladoramente a la oposición, y sobretodo enfrentado con tanta fortaleza el poder de Hugo Chávez.
2. Chávez ha utilizado astutamente a la democracia para acabar con ella. Lo ha hecho paso a paso, institución por institución, imponiendo sus designios y personeros en la legislatura, la los órganos fiscales, los electorales. Si no ha terminado su labor de demolición es debido a la pasión cívica de un amplio sector de la sociedad venezolana que no ha olvidado el significado de la libertad. Chávez tiene la propiedad privada de los recursos públicos, y los usa copiosamente en su beneficio.
3. Chávez no es solo un caudillo: es un redentor que ha abusado del púlpito mediático. Por largos años, como se sabe, apareció en el programa dominical Aló, Presidente, reality show de seis horas en el cual Chávez —locuazmente— monologaba, bailaba, cantaba, recitaba, leía cartas, declaraba su amor al pueblo, increpaba al imperio, daba clases sobre el “Socialismo del siglo XXI”, rememoraba escenas de su autobiografía, ordenaba expropiaciones, movimientos de tropa, desplantes diplomáticos y políticas públicas.
4. Una parte considerable de los pobres en Venezuela ha agradecido siempre la voluntad de Chavez de atenderlos a través de las “Misiones” un programa de asistencia social que estableció desde 2003 con el objeto de proveer de salud, alimentos y educación. Muchos de estos esfuerzos han enfrentado serios problemas operativos y no están diseñados para promover la autonomía de las personas sino su dependencia del Gobierno.
5. El casi monopolio de la verdad pública, que goza Chávez tras haber expropiado a los principales canales de televisión abierta, ha disfrazado la realidad. Millones de venezolanos confían en su palabra como el espejo fiel de la verdad, más aún si son empleados públicos cuyo ingreso depende —o así lo creen— del comandante.
6. La campaña de Capriles fue valiente y conciliadora. Sus propuestas buscaron recobrar la sensatez económica y proteger las conquistas sociales.Capriles demostró y comprobó las malas prácticas del Gobierno de Chavez.
El resultado de la elección la sabemos todos: el hechizo de un Chávez enfermo y su vasto control sobre el aparato estatal le ha dado el triunfo. Personalmente, pienso que la oposición debe persistir sin tregua ni desánimo. Chávez venció, sin embargo, está enfermo y la vida cobra factura; tras su eventual fallecimiento la división interna de su grupo y la presión interna e internacional podrían propiciar la vuelta de Capriles y su oportunidad de lograr la democracia plena.

martes, 2 de octubre de 2012

La mayoria...


¿A quién se le ocurre estudiar un doctorado en Lingüística? Me dijo un conocido cuando iba empezando mi programa doctoral en Cincinnati, Ohio. En primer lugar –continuó, la mayoría de las universidades no tienen a la Lingüística como área prioritaria; en segundo lugar, si aspiras trabajar en las empresas, jamás lograras entrar estudiando algo tan inútil y ocioso, a la mayoría de las empresas no les interesa ni necesitan esa espacialidad. Reconozco que esas aseveraciones me intimidaron por un rato y tuve que buscar puntos de apoyo para que mi decisión cobrara sentido y pudiera continuar mis estudios sin que aquellas afirmaciones temerarias pesaran en mi estado de ánimo.
Al concluir el doctorado regresé a Mexico y recuerdo el comentario de una colega: “debes tener cuidado: la mayoría de los jefes aquí en esta institución desconfían de los doctores, y piensan que no son redituables. Hasta hoy ignoro el significado de tal advertencia. Recuerdo que manejé esa tarde de regreso a casa pensando: ¿qué hare para lograr un retorno de la inversión? ¿Cómo evitar decepcionar a mi familia que estuvo a mi lado en esos duros años de estudio? No me gustaría ser improductivo y peor aún, no me gustaría defraudarme a mí mismo ¿Cómo podría dudar ahora? Me preguntaba. ¿Será que aun siendo adultos, la infancia nos envía postales? Los recuerdos de mi niñez me atragantaron por un momento, pero al final de aquella introspección concluí que jamás en la vida he tenido dudas sobre mis capacidades.
Una vez establecido en Monterrey, empecé a dar conferencias y a aceptar propuestas de entrenamiento y consultoría en empresas no solo de Mexico, sino de varios países de America Latina; empecé a viajar y a cotizar razonablemente mis servicios profesionales. Recuerdo muy bien la pregunta de un compañero consultor: ¿Cuánto cobras por hora? Al responderle, afirmó categóricamente: estás loco; la mayoría de las empresas se negarán a pagarte esa suma. Revisé mi tarifa e hice una rápida encuesta entre otros colegas para asegurarme que no estaba “clavando el diente” y hasta la fecha, mis honorarios no espantan a nadie y cobro lo que es justo por la inversión de tiempo y experiencia.
Hace tres años decidí iniciar un Blog y escribir semanalmente para mis amigos; uno de los primeros comentarios que recibí fue: ¿cuál es el propósito de tus artículos? A la mayoría de las personas no les gusta recibir artículos ociosos porque ni tienen tiempo ni están dispuestos a leer lo que escribes.  Tres años después, sigo escribiendo y he ampliando una y otra vez la lista de mis destinatarios; cada semana me anima la ilusión de abrir mi alma y compartirla para exorcizar los efectos de la traición de la memoria. Concluyo que ni tú, mi estimado lector, ni yo, pertenecemos a la mayoría…
                                               

Quien dice yo?


Hace treinta y cinco años empecé a dar clases; mirando hacia atrás, observo que no solo los alumnos han cambiado, sino que la construcción del aprendizaje se ha transformado radicalmente. Resulta difícil de creer que la memorización de información y tomar exámenes que miden los conceptos adquiridos a través del almacenamiento de información, constituyen aun en muchas escuelas, la única forma de aprender. Esta época requiere de respuestas contundentes, de preparar a nuestros alumnos a enfrentar un mundo más conectado, informado y retador. La pregunta es muy simple: ¿cómo lograr que el aprendizaje sea más “engaging”? ¿cómo lograr la interacción, la colaboración, y el constructivismo del alumno en el aprendizaje?
Indudablemente nuestros jóvenes accesan, construyen, visualizan y comparten información 24/7 y lo hacen de forma completamente diferente a la que se hacía décadas atrás. La cantidad y los tipos de información creados y compartidos han crecido exponencialmente y se requiere de habilidades que preparen al profesional a enfrentar los retos del trabajo que no necesariamente empatan con las habilidades que se enseñan en ambientes educativos tradicionales. Es imperativo crear y diseñar un totalmente nuevo ambiente de aprendizaje, que logre romper el paradigma de la enseñanza tradicional basado en la memorización de datos.
Varias acciones han de ocurrir para poder lograr la transformación del ambiente de aprendizaje: una y tal vez la más importante es la interacción entre varios sectores: las universidades, las organizaciones, la sociedad civil, las instituciones, los educadores, los estudiantes, los políticos, los tecnócratas, los investigadores; la idea es arriesgarse a salir del claustro e interactuar para poder definir juntos expectativas y habilidades que se requieren para enfrentar y dar respuesta a las necesidades del mundo laboral del Siglo Veintiuno.
Otra acción imperativa es la apertura por parte de los docentes, especialmente aquellos ubicados en la categoría de “maduros”  para entender y utilizar tecnología en el aula; valorar cómo la comunicación on line, la colaboración y la tecnología digital pueden jugar un papel determinante en las dimensiones de aprendizaje social, de comportamiento, cognitivo y constructivista.
Personalmente, me emociona la idea de diseñar y desarrollar una aplicación que combine las actividades de interacción y apoyo al aprendizaje de una forma efectiva y apropiada aprovechando las características interactivas disponibles en los equipos de computación y comunicación de hoy; incorporar por ejemplo un modelo de aprendizaje a dispositivos móviles: tabletas, teléfonos inteligentes, así mismo, me emociona tambien diseñar un modelo de negocios for profit y non profit o bien hibrido, para lanzar y escalar esta solución nacional o internacionalmente. Tengo tiempo y ganas…¿Quien le entra? ¿Quien dice yo?





El derecho al olvido.


Tenía yo unos 18 años cuando leí Ficciones, una colección de cuentos del argentino Jorge Luis Borges. Entre ellos, uno atrajo poderosamente mi atención: Funes el memorioso, que narra la historia de un joven que pierde su capacidad de olvidar; recuerda tantos detalles que es incapaz de convertir la información en sabiduría. La maldición de Funes, me persiguió por muchos años porque al igual que el personaje de este cuento, yo gozaba de una memoria prodigiosa, en aquella época en la para ser académico, esta habilidad era indispensable para dictar clases; en ese tiempo podía recordar los nombres y los dos apellidos de mis alumnos, podía citar sin ver mis papeles, cifras, sitios y fechas exactas; tenía muy claro el esquema de ideas que iba a seguir en mi clase, recordaba los puntos centrales de lo que hablaba y los desarrollaba idea por idea, tenia presente la tesis con la que iba a retar a mis estudiantes y los argumentos sólidos para defenderla. Aunque con el paso de los años he perdido esa habilidad, no me siento tan mal, porque he concluido que no poder olvidar, es un castigo.
La parábola de Funes es una de las referencias que utilizo para iniciar el debate del derecho al olvido, ¿Cómo poder borrar de la red una noticia que contiene un error o una foto no deseada? La tecnología está cambiando nuestras normas de convivencia y de comportamiento de forma drástica, e impactando nuestra privacidad y libertad; el banco de memoria permanente de Internet impide para muchas personas, que haya una segunda oportunidad en sus vidas: en una sociedad en que toda acción queda registrada, resulta complicado reinventarse, zafarse de errores del pasado. Ejemplos hay muchos: entre otros, podría citar a Stacy Snyder, una profesora  a la que Millersville University School denegó su aspiración a dictar clases, por una foto en una red social, en la que aparecía borracha. Otro caso es el de Tyler Clementi, joven que se suicidó a raíz de que Dharun Ravi, su compañero de dormitorio conectó su webcam y lo exhibió en Twitter teniendo un encuentro físico con otro amigo. El efecto de saberse “ventaneado en la red” provocó el suicidio que alcanzó resonancia internacional por ser uno de los primeros casos de cyberbullying.
Personalmente escucho y leo con frecuencia, comentarios de amigos que al ver algunos contenidos que coloco en Facebook y que responden a campañas de mercadotecnia que yo mismo desarrollo con el fin de atraer y captar  alumnos a Miami, señalan que vivo en juerga permanente, que tomo licor de bar en bar, desde South Beach hasta Palm Beach. Me divierte escuchar a aquellos que piensan que tengo un estilo de vida “so Miami” y que mi agenda está llena de actividades sociales y de diversión, cuando la verdad es que paso la mayoría de los viernes en casa, cenando con mi familia, y los sábados escribiendo en la playa durante el día y encerrado en mi casa durante la noche. Me tienen sin cuidado las opiniones o comentarios sobre mí, basados en lo que la gente se entera en las redes. En esta edad vivo sin preocupaciones sobre el que dirán y estoy más allá del bien y del mal, pero a la vez afirmo que vivimos en la red, una era del megachisme, y el chisme, que antes era oral, ahora es escrito y visual, lleno de imágenes que resultan mucho más invasivas y perjudiciales. Aunque hasta la fecha no hay registro de declaraciones, videos o fotografías mías que me avergüencen, (y toco madera para que no ocurra) me gustaría que las tecnologías que nos permiten subir datos, fotos y archivos tuvieran fecha de caducidad y se autodestruyeran. Quisiera que al subir una foto en Facebook, se me preguntara: ¿quiere usted que esta foto permanezca un día, un mes, un año o para siempre? He sabido que Facebook ha comprado algunas de las compañías que están experimentando con los datos con fecha de caducidad porque tiene un interés económico en que no podamos borrarlos. ¿Por qué Facebook mantiene el interés de preservar nuestra información?; a veces me siento paranoico, pero me gustaría que Facebook y otras redes fueran el antítesis de Funes el memorioso y que sus usuarios pudiéramos ejercer nuestro derecho indiscutible: el derecho al olvido..