sábado, 9 de junio de 2012

Calidad de exportacion...

“Donde te estacionaste, Kike?” le pregunté a mi alumno que había llegado de Monterrey para estudiar su certificado en Mercadotecnia Digital en Miami.  Tenía unas cuantas horas de haber llegado a la ciudad. Enrique y yo habíamos decidido ese día, reunirnos para almorzar en South Beach. “Lo dejé en un estacionamiento, Doc” me respondió con una amplia sonrisa. “Ah muy bien; ten en cuenta el tiempo, porque normalmente en Miami Beach es muy caro estacionarse” le dije buscando alertarlo. “Yo no pagué nada; lo dejé en un lugar que decía Public Parking ”. No pude menos que sonreír ante la ingenuidad. “Mira Enrique, regresa y paga, y que te quede claro, aquí en Miami, nada es gratis” le respondí.

 

Cada semestre recibimos un grupo de alumnos que llegan a estudiar  diplomados en áreas de negocios durante seis meses y a aplicar sus conocimientos a través de una práctica profesional en diversas empresas de Miami.  Normalmente empezamos con una sesión de orientación en donde hablamos sobre la vida diaria en Miami, las características y exigencias del programa académico, así como las responsabilidades que implican trabajar de tiempo completo en una organización en los Estados Unidos. Al llegar, veo siempre los ojos de mis alumnos; siento su emoción de iniciar una aventura, palpo la serie de ilusiones que cargan en su maleta; intuyo también la mezcla de dolor de haber dejado a sus familias, a su grupo de amigos, su vida cómoda y placentera, pero a la vez, soy consciente del sentimiento de aventura que experimentan al empezar una vida nueva en un país extranjero,  lejos de casa.

 

El primer día de clases imagino que llevo conmigo dos manzanas: en mi mano derecha, una manzana fresca, recién cortada; en mi mano izquierda, una manzana artificial de plástico rojo. ¿Cuántos de mis alumnos se verán representados en aquella manzana real?  ¿Cuántos de ellos a través de la experiencia se tornaran en una manzana roja, fragante, dulce, nutritiva y jugosa? ¿Será que algunos, al igual que la manzana de plástico se quedaran así, sin lograr cambio alguno? en la mayoría de los casos, esta experiencia transforma sus vidas. A través de las semanas y los días, los alumnos enfrentan distintos dilemas: a administrar su tiempo y recursos; a cocinar, a lavar  ropa, a interactuar con compañeros de casa con personalidades tan distintas, a realizar tareas, a desvelarse, a combinar el trabajo con el estudio,  a soportar la presión y la competencia, a realizar trabajos en grupo, a redactar ensayos y a responder exámenes en un idioma extranjero, a enfrentar en pocas palabras una dimensión tremendamente real: la vida profesional.

 

He visto a mis alumnos abatidos, preocupados, cansados, frustrados; he visto a otros desarrollar una disciplina que antes no tenían; he sido testigo también que algunos se pierden a lo largo del camino. Sin embargo, la gran mayoría, disfruta tremendamente de un sentimiento maravilloso al final de esta jornada: obtener el anhelado diploma que acredita una certificación profesional lograda en el extranjero.

 

El jueves pasado celebramos la ceremonia de entrega de Diplomas para la generación Enero-Junio de 2012; los estudiantes llegaron al evento luciendo una amplia sonrisa; vi en sus ojos la satisfacción de haber concluido exitosamente una etapa importante en su formación profesional. Los acompañaban sus profesores y un nutrido grupo de representantes de las empresas que abrieron sus puertas para ofrecerles una práctica profesional. Al verlos llegar, recordé aquella noche que les conocí  en la sesión de orientación. Veinticinco de veintiocho alumnos que llegaron en enero, se convirtieron en manzanas fragantes, maduras y rojas. Cerré mis ojos y respire tranquilo; efectivamente,  todos ellos son un producto con calidad de exportación…

 

 

 

 

 

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