lunes, 18 de junio de 2012

El cartero de Neruda y la impaciencia...

La brisa fría de aquel día de Abril de 1995 en Cincinnati me golpeó la cara. Eran poco mas de las 3 de la tarde y caminaba con dificultad entre la nieve, tratando de mantener el equilibrio para no resbalarme; una tardía nevada la noche anterior había pintado de blanco los tejados de las casas y una capa de hielo continuaba adherida en las calles y aceras; yo acababa de defender mi tesis doctoral ese mediodía; la presión de cuatro y medio años de estudio se los había llevado de pronto aquel viento helado. Mi tesis de 350 páginas que me había quitado el sueño durante muchos meses, era ya historia; una sensación mixta me apretaba el pecho: era una mezcla de felicidad y desconcierto. Sentía ganas de gritarle al mundo que jamás regresaría a la escuela, que había llegado el momento de cobrarle caro a la vida lo que la vida me debía. Me había estacionado esa mañana en la Avenida Clifton. Al llegar a mi auto, decidí permanecer un tiempo más en la universidad y saqué varias monedas de mi bolsillo; una a una, las deposité  en el parquímetro hasta completar dos horas y media. Estaba decidido a disfrutar la dicha de perder el tiempo.  Mi espíritu libre y aventurero necesitaba una actividad fuera de la rutina, para darle el ritmo y sentido a mi alma; continué caminando hasta llegar a la esquina, esperé a que el semáforo se pusiera en rojo y crucé  la calle; en la acera de enfrente, había una pequeña sala de cine.

 

Pocas películas me han conmovido tanto como “Il Postino” película basada en la novela Ardiente Paciencia del escritor chileno Antonio Skarmeta. Esa tarde me dejé llevar por la ingenuidad del personaje Mario Ruoppolo, el cartero que rompiendo la tradición familiar, renuncia a ser pescador al igual que su padre y su abuelo y consigue un empleo: llevar diariamente en su bicicleta, la correspondencia a la casa del Poeta Pablo Neruda. Aunque habia muy poco en comun entre aquel joven casi iletrado y el Poeta, surge una amistad entre ambos y mediante los versos y metáforas que el poeta chileno le comparte al cartero, éste consigue conquistar el amor de la bella Beatricce Ruso, a pesar de la fuerte oposición de la tía, dueña del restaurant en donde la joven trabaja como mesera. La película, realizada con un bajo presupuesto y contando con un modesto reparto con actores desconocidos despierta la atención mundial dada la candidez narrativa de la historia. Poco después de mi graduación doctoral, regresé a Monterrey y algunos meses después, tuve el privilegio de conversar personalmente con el escritor Antonio Skármeta.

 

La cita fue en el café del Museo Marco y hasta ahí llegó el novelista, de complexión robusta, con lentes, calvo, con un grueso bigote canoso y una amplia sonrisa, me saludó con mano firme; vestía con un saco azul marino y botones dorados, una camisa blanca con finas rayas azules, pantalón gris Oxford y zapatos color vino.  Un serio mesero con gesto adusto y guantes blanquísimos se aproximó a nuestra mesa y nos sirvió solícito un aromático café recién hecho y colocó en medio de la mesa un plato pequeño con galletas. “Jamás había visto este tipo de pastas secas; ¿son típicas de Monterrey? Me preguntó el escritor. “Efectivamente” le respondí; se llaman “hojarascas”. Su sonrisa amigable me animó a hacer la primera pregunta: ¿Por qué decide Antonio Skármeta ser escritor?  “porque creo que vale la pena dejar un testimonio de mi percepción de la vida, del mundo y de las cosas que para mí son cercanas: mis amigos, mis amores, mi fantasía verbal, mis ansias de comunicarme. Muy tempranamente descubrí que las palabras tienen un elemento seductor y este es el elemento esencial de mi novela titulada Ardiente paciencia que más tarde se convertiría en la película Il Postino que ese tradujo como El cartero de Neruda”.

 

Concebido originalmente como guion para la radio alemana, Ardiente Paciencia fue escrita en el exilio. Después de la caída de Salvador Allende el escritor sale a Argentina y posteriormente se instala en Alemania; fue en ese país en donde escribe su guion radiofónico y posteriormente, decide convertirlo en guion cinematográfico y se traslada a Portugal, para filmar la primera versión de la película, sin alcanzar el éxito;  en 1994 el director Michael Radford lo intenta por segunda vez;  la película Il Postino, se hizo acreedora, para sorpresa del propio autor, a 25 premios en diferentes festivales, incluyendo un Oscar; los años posteriores al éxito de la película fueron especialmente difíciles para Skarmeta quien ante el crecimiento de las expectativas de la crítica y de los lectores, prefirió guardar silencio. Pasarían varios años para que éste publicara su siguiente novela; tal vez por ello, me animé a hacerle una pregunta provocadora: ¿Cuál fue su intención creativa al escribir Ardiente paciencia? “La intención básica fue vincular poeta y pueblo en una especie de paraíso perdido que yo sentía que Chile era, desde la perspectiva del exilio; específicamente, en Ardiente Paciencia tuve la intención creativa de forjar un personaje en donde el corazón de héroe latiera al ritmo del corazón colectivo” añadió Skarmeta.

 

“Que ironía“ respondí,  y el escritor al escucharme, abrió los ojos desconcertado; me pareció pertinente proseguir y explicar: “Su respuesta me parece irónicamente triste al saber que precisamente el corazón de Massimo Troisi, el actor que encarna al protagonista de la película, dejó de latir doce horas después de haber concluido la filmación de la película. Se sabe que Massimo tenía programada una cirugía a corazón abierto y decidió posponer la operación, para no suspender las actividades del rodaje; lamentablemente Massimo murió de un infarto fulminante en la casa de su hermana.  “Es verdad, doctor” respondió Skarmeta; “fue la muerte y su ardiente im-paciencia…” dijo parafraseando el titulo de su famosa novela. Al escucharlo, asentí y dí el último trago a mi taza de café cuyo sabor me supo inexplicablemente amargo. El tiempo de conversación había transcurrido rápidamente; después de una breve pausa entendí que era el momento de decir adiós. Salí del Museo Marco a buscar mi auto, me había estacionado en la calle Zuazua; al doblar la esquina, la brisa ardiente de aquel día de Abril de 1996 en Monterrey, me golpeó la cara…

 

 

 

 

 

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