Muy joven tuve la fortuna de ser padre; recuerdo haber tenido una idea fija en la mente: “voy a trabajar muy duro para dar a mis hijos habilidades que les preparen para enfrentar con éxito la vida”. Siendo educador, me interesó siempre que asistieran a una buena escuela, y más aun, que pudieran desarrollar a lo largo su vida, una formación integral. Aunque nos consumía tiempo y recursos, jamás escatimamos en inscribirlos en torneos deportivos, llevarlos a clases de música, visitar museos, asistir a conciertos, hacer excursiones y visitar países; pero ante todo, la idea más importante era que aprendieran a hablar con fluidez al menos dos idiomas. Durante dos periodos distintos en nuestra vida, nos trasladamos a Estados Unidos para realizar estudios de posgrado y por lo tanto, el beneficio de la educación se extendió a toda la familia. Finalmente, en 2003 decidimos dejar México y emigrar en forma definitiva. Mis hijos por lo tanto, crecieron en ambos países y estuvieron expuestos a las dos culturas: americana y mexicana. Como resultado, hablan Inglés y Español sin acento extranjero.
El dilema que enfrentamos ahora es que mis hijos se casaron en este país con mujeres que no hablan Español; viviendo en Estados Unidos ¿Cómo aprenderán mis nietos nuestro idioma? Aunque mis hijos son hispanoparlantes y podrían enseñar a sus hijos Español, trabajan largas jornadas y la interacción con sus pequeños es mínima. Realmente los niños naturalmente pasan largas horas con sus madres y son ellas quienes se encargan de transmitir la lengua materna. Preocupado por la posible pérdida de nuestro idioma en las nuevas generaciones de mi familia, hoy escribo sobre las ventajas del bilingüismo.
Hablar dos idiomas excede la ventaja natural de “estar mejor preparado” para vivir en un mundo globalizado. Ser bilingüe ha probado ser eficiente para desarrollar habilidades que estimulan el desarrollo intelectual del ser humano. Impacta el desarrollo de habilidades cognitivas no necesariamente relacionadas con el lenguaje y en última instancia, previenen la demencia en la edad adulta. Las más recientes investigaciones sobre la adquisición de lenguajes contradicen muchos de los supuestos con lo que crecimos y educamos a nuestros hijos en los años setenta y ochenta. En aquella época, la adquisición de un segundo lenguaje en infantes era poco recomendable por considerar que aprender otro idioma en la infancia retrasaba el rendimiento académico y creaba lagunas de confusión en el niño.
En últimas fechas investigaciones lingüísticas muestran evidencias de que en el cerebro existe la capacidad activa de aprender más de un sistema simbólico. De la misma forma que los jóvenes pertenecientes a la generación milenio crecieron con la tecnología y desarrollaron habilidades “multitasking” es decir, que son capaces de textear, hablar por teléfono, hacer la tarea en su computadora y comer pizza al mismo tiempo, asimismo una persona que aprende un segundo idioma, estimula y refuerza los músculos cognitivos. Los sujetos bilingües son más aptos, por ejemplo en la resolución de rompecabezas mentales. La experiencia del bilingüismo mejora la función ejecutiva, un sistema que dirige los procesos de atención que utilizamos para procesos de planeación, resolución de problemas y ejecución de otras tareas. Estos procesos incluyen ignorar distracciones y mantener la atención enfocada hacia la consecución de la meta o bien, a cambiar de uno a otro el canal de atención y a mantener información disponible. El mejor ejemplo para ilustrar este punto es el hecho de que al conducir tenemos la capacidad de recordar las indicaciones de cómo llegar a un destino (obviamente hasta antes de que existiera el temible GPS que ha venido a fastidiar nuestra destreza de nuestro sentido natural de orientación).
Personalmente, pienso que la diferencia principal entre un bilingüe y un monolingüe radica en la habilidad del primero para monitorear el ambiente. Un bilingüe tiene que cambiar de un canal de lenguaje al otro, (hablar con dos personas en idiomas distintos, por ejemplo) y esta acción requiere de mantener el record de los eventos que ocurren alrededor, puesto que la vida no se detiene mientras uno habla y emite ideas. Es como cuando una persona conduce, es consciente de que existe una la luz del semáforo, y a la vez se da cuenta de los transeúntes que atraviesan la calle y al mismo tiempo recuerda las indicaciones de cómo llegar a su destino.
No pierdo esperanzas que mis hijos luchen diariamente por hablar con sus hijos en Español. Tercamente yo me empeño en hacerlo cada vez que los veo y me rehúso a hablar en Ingles en mi casa. Me horroriza el monolingüismo; lo considero un gesto retrógrada y me apena, porque ha oxidado las estructuras de este país y ha reducido su capacidad de hacerle frente a los retos globales que hoy enfrenta…
En este tiempo ya no se trata sólo de la lengua materna y el inglés, se trata de buscar también un tercer idioma para ampliar horizontes. Al buscar información se pueden encontrar más y mejores alternativas al ampliar el número de idiomas en que podemos hacer la búsqueda.
ResponderEliminarCreo que ésta debería ser la mejor respuesta que puedo dar cuando me preguntan la razón de estudiar japonés como tercer idioma, ya que la pasión nunca es causa justificada ni suficiente para el público escucha.
Saludos desde México.