Me he enterado a través de los medios tradicionales y de las redes sociales, del escaso interés por la lectura y del pobre dominio del idioma Inglés de Enrique Peña Nieto, candidato del PRI al gobierno de México; por estos tropezones hay expertos que aseguran que el candidato bajará en los índices de preferencia electoral, peligrando tremendamente su eventual triunfo en las urnas. Yo no estoy tan seguro. Cuentan algunos autores que cuando el candidato a presidente de los Estados Unidos Adlai Stevenson estaba en campaña frente a Dwight Eisenhower, una señora le dijo después de una reunión, “cualquier persona pensante votaría por usted”, y que él replicó “señora, no es suficiente, yo necesito una mayoría”.
Menciono esta anécdota porque a la hora de votar, las emociones resultan ser decisivas, mucho más que el cálculo racional. La inmensa mayoría de los votantes se orienta por sus emociones. En estos tiempos, ¿quien se toma el tiempo para realmente decidir por quién votar después de leer programas políticos de los candidatos? ¿Qué hacer entonces para ganar las elecciones? En principio, buscar a los expertos en ciencias cognitivas y neurociencias que nos digan cómo funcionan las entrañas de los ciudadanos, y a continuación escribir una historia que permita conectar los sentimientos de los votantes con los intereses del partido o del candidato; posteriormente, armar una buena campaña de mercadotecnia política, que cuente la historia.
Los partidos políticos buscan optimizar sus recursos (en los últimos años, impulsados por estrategias de mercadotecnia digital) para ganar elecciones a cualquier precio. Para lograrlo, hay que saber contar la mejor historia. Decía García Márquez “la vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla”, y si construimos el relato de nuestra vida a la hora de contarla, ¿cómo no se va a construir una historia de un partido que quiere ganar las elecciones, buscando un comienzo, una trama y un futuro que emocionen a la mayor parte del electorado? De igual manera, se construye una historia sobre el partido contrario, que intenta ser, claro está, una leyenda negra, con un origen tenebroso, unas actuaciones deplorables y un futuro aterrador. ¿Para qué sirven las historias en estos casos? Para que cada quien se identifique con uno de los equipos que compiten, vista su camiseta y sienta que "esos son los míos y yo no pertenezco a los otros”. Me pregunto qué historias están contando los partidos en México en este momento; por más que le pienso, los partidos encontraran difícil construir historias positivas creíbles, y será más fácil para partidos y candidatos apuntar con el dedo y destruirse unos a otros; si a esto le sumamos la ausencia de liderazgo, creo que en nuestro país estamos llegando a un callejón sin salida…
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