Salí del crucero y alce los ojos al límpido horizonte, una inmaculada nube blanca navegaba el cielo de norte a sur, prometiendo un rocío refrescante horas más tarde; una bocanada de aire hirviente empañó mis gafas de sol; allá a lo lejos, podía escuchar las notas de una música caribeña, esas flechas auditivas eran tal vez los vestigios del Junkanoo, la fiesta ancestral que los nativos celebran anualmente; crucé el edificio de administración portuaria y al doblar la esquina de Bay Street, palpé con mi cuerpo, el cuerpo de aquel día de verano ardiente. Agosto se baña en las islas del Caribe por treinta y un días seguidos para calmar su sed y cuando sopla el viento, se ahogan las estrellas. En ese minúsculo islote de tan solo 36 kilómetros de largo llamado Providence, se ubica Nassau y sus habitantes caminan por las calles abigarradas de transeúntes que por su afán de compras, se inmolan ante un calor agobiante y despiadado. Las gotas de sudor son astillas; la transpiración fluye como un río sonámbulo.
Para aliviar aquel calor insoportable me dirigí hacia la playa de la isla Paradise. Tomé una pequeña embarcación que me trasladó rápidamente hacia la isla vecina. Caminé durante unos minutos hasta alcanzar mi objetivo: empapar mi cuerpo y exorcizar el calor ardiente en las frescas aguas de Bahamas. Las arenas de Paradise tienen una sal incandescente que resguarda el cofre del tesoro repleto de turquesas y esmeraldas, esos intensos colores del mar que los insaciables piratas –Edward Teach, alias Barbanegra, Calico Jack, y otros buscaron arrebatar. Allá en Bahamas el mar “baja-más” -de ahí su nombre; el sabio mar de esas islas baja a más profundidad que otros mares, sabiendo de antemano que el verdadero tesoro que buscamos no está en la superficie, ni en el seno del puerto, sino en el fondo del mar. En Bahamas, aprendí que allá ocurre una magia irrepetible y única, en sus islas el día y la noche son infinitos, se han confundido el ayer con el mañana, se han mezclado la historia y la memoria, y los recuerdos de lo que vendrá…
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