sábado, 15 de agosto de 2009

Los cien días de Anna María...

I can see the sunset in your eyes

brown and grey and blue besides…

Oh baby I love your way! everyday…

 

Llegaste a mí hace tan solo unas semanas, pero has transformado el peso del tiempo. Tu mirada ha traído sol a mis días, y en las noches, cuando sonríes, hay estrellas brillantes que se aposentan en casa ; tus grandes ojos de almendra y tu boca pequeña de fresa dulce me cautivan y tu piel tersa, sonrosada tiene la textura un durazno tierno cortado en abril; día a día te estrecho entre mis brazos y siento palpitar tu corazón cerca del mío; al cargarte sonríes, alzas tu cabeza y dejas que te muestre el mundo. Prendes tu mano a mi dedo pulgar y juntos recorremos la casa; los objetos inermes y sombríos a tu lado cobran vida y se pintan de colores inusitados. A ti te permito todo: que me mojes, que manches mis camisas y corbatas, que me despiertes de mi siesta dominical, que interrumpas mi sueño, que me rasguñes la cara, que me tires los lentes y te digo despacito, para que nadie nos oiga, que “te quiero mucho, que eres la cereza del pastel y que puedes hacer conmigo lo que tú quieras…”

Este martes te irás por un largo mes a Europa; a tu regreso volarás a Tennessee para reunirte con tu padre, que se ha mudado hasta allá hace unos días. Ignoro cómo será no tenerte a mi lado, porque jamás me preparé para tu ausencia. ¿Dónde podré quejarme sobre lo injusto de la vida? ¿A quién le preguntaré cómo serán las semanas, los días y las horas sin ti? ¿Qué reemplazará la dulzura de regresar a casa, después de un día de trabajo y verte? No lo sé; pero sé que será difícil ver tu habitación con ese letrero que dice: “Princesa”  y asomarme a tu cuna vacía; no sé si volveré a encender tu cajita musical y oír las notas que arrullan tus dulces sueños de niña; me dolerá ver tu columpio inmóvil, tu muñeca con los brazos abiertos, tus sonajas calladas, quietas, y ese primer bolso de mano que compré para ti; aun no lo sabes, pero ahí adentro te reservé una sorpresa: he colocado un cepillo para tu pelo, un espejo mágico y esta carta que ahora escribo. Aunque eres muy pequeña, debes saber que en un bolso entre otras cosas, se atesoran recuerdos. Annamaria, fueron solo cien días, pero hay una cadena entre nosotros que nadie podrá romper. Lleva contigo, en tu maleta de viaje, nuestras memorias y una parte de mi corazón, déjame el resto, para seguir viviendo y esperar tu regreso, porque tengo aun muchas historias que contarte…

 

 

Tu abuelo.

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario