Tomó un sorbo de café y me clavó sus intensos ojos azules, interrogándome: “hoy celebramos el Día de los Veteranos, ¿tienen alguna celebración similar, allá en tu país”. Esa mañana llegué temprano a la oficina y antes de conectar mi lap top, me dirigí como de costumbre, a la cocineta, lugar en donde usualmente me encuentro con otros inquilinos quienes compartimos oficina en el mismo piso y que silenciosos, como yo, buscamos un café que nos ayude a enfrentar los retos y las ocupaciones del día; ahí me encontré con George Cohen, mi vecino, un neoyorkino espigado y flaco, narigón, de escaso pelo entrecano y piel traslúcida; mi oficina es la 111 y de George es la 112 y aunque lo veo a diario, nuestra interacción en tres años jamás había pasado del saludo. Dado que las paredes oyen, yo escucho a diario sus conversaciones con sus clientes y me doy cuenta por su timbre de voz firme y enérgica, que tiene una personalidad directa y autoritaria. Su pregunta me sorprendió, era la primera vez que interactuaba conmigo en todo este tiempo y no dudé en responderle “No tenemos”, le dije, “aquí en Estados Unidos ustedes festejan a los veteranos que eligieron ir a la guerra; los festejan y los honran por su servicio a favor de la seguridad del país; En Mexico, nosotros no hemos tenido que decidir ir a la guerra, sino que la guerra vino a buscarnos; y ahora que lo pienso, nosotros deberíamos implantar un dia para honrar la memoria de nuestros héroes anónimos”.
Efectivamente, mis paisanos mexicanos que viven allá, del otro lado del río, no tuvieron que irse a la guerra, sino que la guerra misma vino a buscarlos. Desde 2007 hasta ahora, más de 40.000 mexicanos han muerto víctimas de la guerra que sostienen calle a calle las organizaciones criminales y el Gobierno de Felipe Calderón. Día tras día, los periódicos cuentan historias espeluznantes de matanzas, decapitaciones, policías y políticos corrompidos por el narcotráfico. El mal, se ha infiltrado en la vida cotidiana de México. El resto del paisaje lo conforman unas autoridades sin prestigio ni credibilidad y una sociedad asustada y desvertebrada, como ausente, sin capacidad de alzar la voz sobre el tableteo constante de las armas de alto poder. Sin embargo, de un tiempo a esta parte van saliendo a la luz historias de gente corriente que, lejos de claudicar o brincar la frontera hacia Estados Unidos, decidió anteponer la dignidad al miedo y enfrentarse al terror, muchas veces con la única protección de su pecho descubierto.
¿Cuáles y cuántos son nuestros “veteranos” o héroes de guerra? Debe haber muchos, yo citaré solo a algunos: Arturo Valenzuela, es un médico cirujano de Ciudad Juárez que fue percatándose de que los sicarios a los que trataba de salvar la vida cada vez se parecían menos a él -un hombre de 40 años- y más a su hija adolescente, y en vez de emigrar a Canada, aprovechando que tiene doble nacionalidad, sigue trabajando en Mexico y salvando vidas; Martha Rivera Alanis, una maestra de Monterrey que mantuvo a su grupo de niños de kínder cantando una canción, acostados en el suelo, sin levantar la cabeza mientras una ráfaga de tiros irrumpía la tranquilidad de la zona en que se ubicaba el plantel escolar; Maria Santos Gorrostieta, una alcaldesa de Tiquicheo Michoacán, que un día -después de que unos criminales mataran a su marido- se levantó la blusa y mostró su cuerpo roto a tiros y su decisión de no claudicar; desafortunadamente, hace unos días, fue finalmente fue asesinada. Jaime Rodriguez, el alcalde de Garcia, Nuevo León al que los criminales ya han emboscado tres veces, llevándose por delante a varios de sus escoltas. Javier Sicilia, un poeta que perdió a su hijo y ahora recorre el país intentando a duras penas resucitar la conciencia cívica, el orgullo de ser mexicano. Son los nuevos héroes. El México heroico que lucha contra el México salvaje.
Me despedí esa mañana de George dudando que hubiera entendido mis argumentaciones, pero realmente me importa poco lo que pueda pensar; jamás olvido que en esta guerra infame que vivimos en Mexico nosotros ponemos los muertos y nuestros vecinos las armas, apuré mi sorbo de café, dispuesto a iniciar mi trabajo aquella mañana y por alguna razón, me supo más amarga que de costumbre, pensando: “qué lástima que no tengamos en México un día definido para honrar la memoria de tantos héroes de esta guerra indeseable y me comprometi conmigo mismo en buscar información y contar sus historias y a eso me dedicaré, en las siguientes semanas….
Continuará.
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