martes, 15 de mayo de 2012

A mi, no me van a hablar...

El pasado fin de semana di una plática a un grupo de empresarios y el tema a cubrir fue “A quien le hablas?” refiriéndome a la importancia a la hora de integrar una campaña de mercadotecnia, de definir el perfil del grupo meta, concepto que  no necesariamente coincide con tener muy claro quién es el cliente, en esta época en la que las redes sociales permiten la interacción constante. Uno de los puntos que cubrí en mi presentación fue que esta definición nos ayuda a determinar los términos y los medios con los vamos a hablarles. De ahí pues, surgió un tema indispensable: los teléfonos inteligentes y las aplicaciones móviles. Mi premisa básica es que la generación de baby boomers, a la cual yo pertenezco, (mayores de cincuenta años) aunque usamos smart phones, estamos lejos de utilizarlos sacando todo el provecho de las posibilidades que ofrecen; nuestros aparatos están “sobrados” para nuestras necesidades; tal vez por eso no enfrentamos la frustración que la mayoría de los jóvenes sufren día a día: el limitado tiempo de duración de la batería.  De poco sirven los avances que presenta la industria cada vez que saca una nueva versión de smart phones:  más calidad en la imagen de fotos al aumentar los megapixeles de la cámara, mayor capacidad de la memoria interna, si cuando se necesita verdaderamente, la batería del celular está a punto de decir adiós. La autonomía es el punto débil de los teléfonos. Cuando más se necesita el celular es justo cuando desfallece, y esto ocurre poco después de mediodía o al caer la tarde.

Una pregunta frecuente que la gente hace a los vendedores es, “cuánto dura la batería?” y la respuesta es siempre la misma: “Un día completo de uso normal”. Y ahí está la clave. ¿Qué se considera uso normal? Para los baby boomers, el teléfono sirve para hablar y la batería dura más tiempo; para los jóvenes, el teléfono sirve para ejecutar casi todas las actividades vitales: textear, orientarse, comprar, investigar, buscar referencias, anunciar el sitio en donde están ubicados, enamorar, etc. Los jóvenes exigen más al teléfono, lo consultan en todo momento y por eso mismo la frustración es mayor.

Personalmente pienso que en la lucha por hacer teléfonos más potentes se sigue dejando de lado lo básico, la autonomía. Aunque estoy lejos de ser un usuario experto, podría mencionar algunos consejos que pueden alargar un poco la jornada del celular:

1.     Desactivar los servicios de localización, el famoso GPS.

2.     Quitar las molestas notificaciones (el ruido enfada, de cualquier forma).

3.     Eliminar el bluetooth.

4.     Cerrar todos los programas que no se estén usando. Según Apple, la conexión por wifi consume más que el 3G.

5.     En caso de tener poca cobertura, es mejor poner el teléfono en modo avión para evitar el esfuerzo adicional de estar buscando constantemente.

6.     Desactivar la conexión 3G y quedarse solo con la 2G.

7.     Ajustar el brillo de la pantalla.

El nicho de esta oportunidad ha desarrollado una industria paralela: las baterías externas. Kensington es uno de los fabricantes de más éxito con una pequeña pieza que se recarga a través del cable USB y tiene la clavija de iPhone en la parte superior de la misma para llenar un 80% de la capacidad del teléfono de Apple. Recientemente ha salido al mercado una batería-llavero, ligera y discreta, de Mophie que esconde en su estructura la clavija para cargar el móvil de Apple y rellenarse a través de USB. Afortunadamente a mi esta industria ni me afecta ni me impacta; los fabricantes de baterías externas a mí, no me van a hablar; no pertenezco ni al grupo meta ni al cliente ideal!

 

 

 

 

 

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