Hace tiempo me preguntó un amigo que si acaso había tenido yo un problema grave alguna vez en mi vida; me eché a reír ante la inocencia de la pregunta y respondí: “por supuesto que conozco el sufrimiento y a lo largo de mi vida, no he enfrentado una, sino varias crisis graves y de diversa índole”; ¿Qué cómo he logrado salir de ellas? He recorrido como cualquier ser humano las cinco etapas del duelo:
1. Negación. Es la reacción más común: no me pasa nada; este problema es algo transitorio y muy pronto todo volverá a la normalidad. De aquí a mañana las cosas volverán a ser las mismas; no tiene caso preocuparse…
2. Rabia; ¿Por qué me tocó esto a mí? ¿por qué yo? No lo merezco, ¿por qué a otra gente que anda por la calle no le ocurre nada? ¿por qué tendría que pasarme a mí?
3. Negociación. ¿Qué puedo hacer para posponer lo inevitable? Necesito ayuda profesional, necesito intentar un nuevo tratamiento, necesito cambiar de estilo de vida.
4. Depresión. No vale la pena seguir; esto se acabó, me rindo, no puedo más, esto es más fuerte que yo, jamás pensé que yo acabaría así.
5. Aceptación .Todo saldrá bien a final de cuentas. Nadie es indispensable; mañana será otro día, un mejor día. Yo sabía que habría una solución, y finalmente acaba la crisis.
Estas son las cinco etapas del duelo que atravesamos todos cuando enfrentamos una pérdida catastrófica, un problema grave o incluso cuando enfrentamos la muerte de un familiar cercano. Curiosamente, estos mismos principios aplican para entender la conducta de los gobiernos que enfrentan una grave crisis financiera. Por estas etapas pasamos los mexicanos, argentinos, brasileños, rusos y asiáticos. Ahora les toca a Europa y a Estados Unidos e incluso la semana pasada leímos sobre una inminente recesión mundial. Yo no sé -ni creo que nadie sepa- cómo van a evolucionar las convulsiones que están transfigurando las economías europeas y americanas o cómo reaccionarán los mercados financieros y los gobiernos en su interminable ciclo de acciones y reacciones. Nada parece funcionar. Sin embargo, cuando anticipar lo que viene se hace tan difícil, es bueno echar mano del pasado y buscar en la Historia aun sabiendo que, a veces, lo que pasó antes es una guía poco fiable para vislumbrar el futuro.
Carmen Reinhart, coautora junto con Kenneth Rogoff del magnífico libro Esta vez es distinto: Ocho siglos de necedad financiera, identifica las cinco tácticas más comunes que los países han usado para reducir su endeudamiento.
1. Crecer. Se trata de ir saliendo del problema expandiendo la economía. A medida que esta crece, aumentan los ingresos fiscales y disminuye el peso de la deuda. Muchos países lo han intentado; pocos lo han logrado. Esta táctica es poco probable que ocurra.
2. Dejar de pagar. En lenguaje más técnico esto se llama moratoria, suspensión de pagos, reestructuración de la deuda. En la práctica, no implica otra cosa que la cruda notificación que los países hacen a sus deudores de que les pagarán menos de lo que les deben y que lo harán en un plazo más largo al que se habían comprometido inicialmente.
3. Austeridad. Este es un tema tan dolorosamente familiar hoy para los europeos e incluso para los americanos como lo fue en los años noventa para latinoamericanos, rusos y asiáticos. Implica recortes del gasto público, tanto del superfluo como del que no lo es tanto. Reduce la deuda, pero también saca manifestantes a la calle y, a veces, derriba gobiernos.
4. Inflación. Cuando aumentan los precios, el valor de la deuda en esa moneda disminuye tanto como la tasa de inflación. La inflación es mala para la economía, especialmente para los asalariados, y alivia el problema del endeudamiento de una manera menos políticamente estridente. Pero no resuelve el problema del endeudamiento en otras monedas.
5. Represión financiera. Ocurre cuando los gobiernos toman medidas que canalizan hacia ellos mismos fondos que de otra manera irían a otros propósitos o saldrían de la economía. El arsenal que incluye estas medias es variado, tentador, peligroso y frecuentemente utilizado. Incluye la imposición de límites a los tipos de interés que paga el gobierno, la obligación de que los bancos usen deuda pública como parte de sus reservas, la nacionalización de la banca, o partes de ella, o los controles al libre flujo internacional de capitales. Suena extremo y lo es. Pero estuvo de moda en los países menos desarrollados entre los años sesenta y ochenta.
Claro está, ninguna de estas cinco tácticas son mutuamente excluyentes y pueden ser combinadas; en particular, la inflación y la represión financiera se acompañan con frecuencia. No sé cómo evolucionará esta crisis, ni se si ciertamente enfrentaremos otra recesión que se anuncia más grave que la enfrentada en 2008. Pero sí sé que me gustaría que estuviéramos todos en la etapa cinco del duelo: “ya la acepté y espero con ansias a ver la luz al final del túnel”.