Ignoro si fue el efecto hipnótico del plenilunio o fueron las ganas de aventurar, pero el sábado pasado me interné por los laberintos de Oakland Park hasta encontrar el sitio que buscaba: El Wahid, único restaurant egipcio en esta zona del sur de la Florida. El restaurant, minúsculo y oscuro, contaba con unas diez mesas iluminadas apenas por velas; el olor a ajo, a aceite de oliva y a tomillo que aspiré al llegar al lugar, me produjo una hambre que no entendía razones; afortunadamente Abasi el propietario del Wahid me trajo inmediatamente un plato con pan pita recién salido del horno, y un dip de berenjena con mantequilla de ajonjolí que apaciguó mi alborozo intestinal. Pedí una cerveza y tres platillos: una sopa de garbanzo y tomate con una pizca de menta; como entretiempo, ordené Ful Medames, el platillo más tradicional de la cocina egipcia, compuesto por frijoles fava sazonados con hierbas aromáticas, trozos de carne de cordero, rodajas de huevo duro y tomate; y una ensalada de pepino, yogurt y ajo tostado.
La noche azul se escurría y la mayoría de los comensales emprendieron la huida, tal vez en busca de un trago en alguno de los bares cercanos, aunque otros hablaban de ir hacia la playa de Atlantic Boulevard, a tomar fotos de la luna reflejada en el mar; por mi parte, yo me quedé platicando con Abasi, quien ante lo animado de nuestra conversación, me trajo otra cerveza, cortesía de la casa; Abasi significa “severo o riguroso” le dije y como respuesta el hombre sonrió ampliamente y dijo “eso no aplica en mi”; “¿Pero, como sabes eso? ¿Has estado en Egipto?” Me preguntó; “por supuesto, estuve ahí en el año 2002 y tu país me ha fascinado siempre, por la riqueza de su cultura milenaria” afirmé. Abasi emigró a los Estados Unidos huyendo de un régimen dictatorial y opresor; altamente educado, hizo su licenciatura y su maestría en Asuntos Internacionales en la Universidad del Cairo y a su llegada, ante la dificultad de revalidar sus estudios, incursionó en el negocio del restaurant hace apenas tres años; eso era todo lo que necesitaba saber; hablamos como dos viejos amigos, en una charla incesante y esta es la crónica:
1. La caída del muro de Berlín, con la reacción en cadena que produjo en toda Europa del Este, fue una revolución anunciada. Lo que está ocurriendo en el mundo árabe no lo predijo nadie. Antes de Túnez, Egipto y Libia dominaba la idea de que la democracia era un valor occidental, culturalmente incompatible con la cultura árabe. Sin embargo, la movilización revolucionaria en los países árabes demuestra que el desarrollo de clases educadas, comunicadas e informadas es incompatible con el autoritarismo. Este logra espacio en sociedades con gran retraso político, económico y social. Detrás de cada crisis terminal de un régimen autoritario hay un conflicto de representación y participación en el poder de nuevos grupos sociales. La democracia está demostrando ser un valor cada vez más universal en la medida que el progreso económico transforma la estructura de clases de los países.”
2. En el momento en que los ciudadanos alcanzan un mayor nivel de educación, la crítica, el disenso y la diversidad de pensamiento se multiplican inevitablemente. Es imposible que todo mundo piense de la misma manera y las formas de pensar de las personas tienden a modificarse con el tiempo y con los cambios de condiciones. No pueden todos ser de derecha o de izquierda, creer en Dios o tener el mismo Dios, eso es absurdo. Cuando el número de ciudadanos con conciencia crítica aumenta sustancialmente se debilita la posibilidad de gobernar a partir de la superstición, la religión, el caudillismo, las dinastías familiares y las verdades únicas del dogmatismo político. La vieja alianza Iglesia, militares y terratenientes, que sostuvo la mayoría de dictaduras del mundo, se acabó con el crecimiento de las clases medias y el surgimiento de nuevos grupos de poder económico.
3. La democracia y los derechos humanos no son solo un asunto ético o ideológico, son una tecnología de gobierno que permite mantener cohesionada a la sociedad en medio de las diferencias y la natural diversidad que la compone. Esto es posible cuando hay clases sociales más educadas que entienden que la tolerancia entre contrarios es fundamental para la convivencia pacífica. Pero lo más importante es que ninguna sociedad polarizada en extremo y con divisiones profundas entre sus habitantes es viable ni tiene posibilidades de desarrollo. Por ello, la exclusión social que deriva en exclusión política es un asunto vital de resolver. El mundo árabe viable sin la inclusión de las izquierdas, ni lo será sin la tolerancia hacia los islamistas hasta que logren su moderación.
Me despedí de Abasi prometiéndole volver; la comida y la conversación siguen siendo un goce infalible…
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