Sujetando con fuerza su tenedor, Xochitl cortó la carne y me dijo: “Mira Luis, la semana pasada platicaba yo con una amiga por teléfono y de pronto me cortó la conversación diciendo -Bueno amiga, te dejo porque es tarde y me tengo que arreglar, mi esposo quedó de pasar por mí esta noche, para sacarme a pasear. Yo le dije, a ver pendeja, en primer lugar, no tienes por qué arreglarte porque no estás descompuesta, y en segundo, tampoco eres mascota como para que te saquen a pasear, salte a la calle tu sola”.
Xochitl y yo nos habíamos reunido a comer en Las Pampas ese mediodía; ella había ordenado una cañita de filete, arroz blanco y brócoli, yo pedí al mesero mi habitual filete de arrachera “tres cuartos” acompañado de unas rebanadas de tomate, aderezadas con vinagre balsámico y aceite de oliva. Al oír su comentario, estalle en carcajadas, al igual que nuestros vecinos de mesa, cuatro cuarentones trajeados, quienes no pudieron disimular haber escuchado y rieron de buena gana también.
Conocí a Xochitl Gálvez en su calidad de empresaria prominente, Directora General de High Tech Services y Presidenta de la Fundación Porvenir, enfocada a apoyar a niños indígenas con problemas de desnutrición en las zonas indígenas de México. Mi impresión inicial sobre Gálvez fue contrastante por la dualidad entre la llaneza de sus palabras y la discreta elegancia de su atuendo: un business suit azul marino Anne Klein, blusa de seda blanca, un bolso y zapatos Coach color miel y un tono rojizo artificial en su cabello, que contrastaba con el rubor natural de su tez aperlada. Mujer emprendedora y firme, mostro desde los inicios de su carrera una visión clara: aplicar alta tecnología hacia la construcción de edificios inteligentes, proyectos de ahorro de energía, automatización de procesos y telecomunicaciones. Entre sus obras más destacadas se incluyen el Centro Financiero Serfin, la Plaza Reforma, y la Torre del Bosque, entre otros. En 1999 fue reconocida por el Foro Económico de Davos, Suiza como una de los 100 líderes globales del futuro del mundo.
”¿Como te sientes, Xochitl al ser tan exitosa no solo en México, sino también internacionalmente?” le pregunte. “Mi trayectoria es algo Kafkiano, dijo sonriendo: naci en Tepatepec, una comunidad otomí ubicada en el Valle del Mezquital, estado de Hidalgo. Comí tortillas a mano, hechas por mi madre quien en cuclillas junto al metate, molió maíz al lado del fuego, para luego cocerlas en un comal de barro. A la tortilla le poníamos frijoles y chile, y así, comí lo mismo tres veces al día, por muchos años, esa fue mi dieta. Un día decidí irme a estudiar a la ciudad de México, a la UNAM. Al recibirme, entre a trabajar a una multinacional muy importante y rápidamente subí peldaños. Llegue a ocupar un alto puesto, me case, tuve hijos y un día uno de ellos se enfermo. Ni lo pensé dos veces: ese día me quede en casa a cuidarlo. Esa tarde recibí una llamada de mi secretaria -Xochitl, tu jefe te anda buscando, dice que hay una reunión y que tienes que estar presente; -dile la verdad, le pedí a mi secretaria, dile que mi hijo está enfermo y que me quede en casa a cuidarlo. Al día siguiente, al llegar a mi oficina, mi jefe me dijo que yo era una irresponsable, que lo primero era el trabajo. Y fue entonces cuando pensé: cuando un hombre se queda a cuidar un hijo, es un héroe. Ah, pero si una mujer lo hace, es una irresponsable. Ese mismo día renuncie y decidí con unos cuantos pesos en mi bolsa, iniciar mi propia empresa y ofrecer condiciones más dignas a las mujeres que trabajan conmigo”.
Se hacía tarde y debíamos regresar al estudio de Televisión para iniciar nuestra entrevista vía satélite. Pague la cuenta y salimos apresuradamente del restaurant. Afortunadamente el estudio estaba muy cerca y aunque disponíamos de solo veinte minutos para iniciar del programa, llegamos rápidamente y tomamos el ascensor; al salir, Xochitl me pregunto: “Luis, ¿donde está el baño?” “Ahí, le dije, al fondo, a la derecha. ¿Vas a ir a arreglarte?” le pregunte con sarcasmo…”No”, respondió, “solo voy a miar”.